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  1. Muestra empatía y comprensión:

 

 

  1. Ten sabiduría:

 

No hay mayor sabiduría que la que viene de la experiencia personal. Recuerda lo que te ayudó en aquellos momentos de conflicto; tu hijo te escuchará con atención si ve genuino interés en ayudarlo.

 

  1. No pierdas la esperanza:

 

El amor que le demuestras a tu hijo también producirá en él un deseo de cambiar; aliéntalo a seguir adelante.

Todos los padres suelen preguntarse si pueden tener esperanza en que sus hijos cambiarán algún día. No olvides que solo son etapas en las que necesitan recibir la ayuda adecuada.

 

Recuerda:

 

 

¿Disfrutabas de esos pensamientos o sentimientos? Seguramente, no, y tu hijo tampoco. Después de todo, los padres son el centro de la vida de un joven; es imposible desconectarse de esa relación.

 

¿Te emborrachaste o te drogaste con tus amigos?

¿Fuiste más lejos sexualmente de lo que querías?

¿Tomaste algo que no te pertenecía, aduciendo que si era de tus padres o amigos no era robo?

 

  1. Sé generoso con el amor y la aceptación:

 

 

Uno de los más grandes obstáculos para desarrollar y crear lazos de amor y confianza entre los padres e hijos es el poco tiempo que les dedican a la sana comunicación por sus múltiples ocupaciones. Las relaciones se afianzan con el tiempo que se les dedica.

 

Nota: El caldo de cultivo para que esta generación de jóvenes no dé en el blanco de construir un buen futuro para sí y para su entorno, es que los padres no se aperciben de la responsabilidad absoluta hacia sus hijos; pues ellos no solo son sus padres, sino también sus tutores, sus maestros, y nadie puede hacer mejor su tarea.

 

  1. Muestra empatía y comprensión: No tiene que ver con que pases por alto el error que tus hijos han cometido; tiene que ver con que les ayudes a encaminar y los guies sin juzgar las decisiones tomadas por falta de madurez.