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“La mujer, está donde le corresponde. Millones de años de evolución no se han equivocado, pues la naturaleza tiene la capacidad de corregir sus propios defectos”. Cuando leí esta frase de Albert Einstein, recordaba todas aquellas palabras de una mujer específica, mi madre, pues desde el día que le anunciaron que estaba embarazada empezó a creer en mí y en lo que quería para mí. Sin importarle si yo sería niña o niño, se proyectaba en lo que llevaba en su vientre. Siempre anticipando todo: lugar, tiempo y modo en que deseaba que sucedieran las cosas; sin duda alguna, ella estaba en el lugar que debía estar, al que pertenece: ser mujer y madre.

La mujer tiene un papel fundamental, que pone en jaque los paradigmas de una sociedad en la que ella no tiene la primera ni la última palabra. Su capacidad, con el tiempo, ha ido trascendiendo a papeles importantes, el primero de ellos es la familia (hogar). Si se dice que ésta es el núcleo de toda sociedad –y de hecho lo creo– entonces podríamos deducir que el rol de la mujer, como madre en la familia, es de un puesto gerencial, es de alto relieve, de alto impacto. Es la primera empresa que debe ser tenida en cuenta, trabajada y potenciada para que un país salga adelante. Es por ello que las madres o incluso mujeres que criaron hijos de otros terminaron tomando la posta, decidiendo formar grandes individuos, grandes seres humanos, grandes hombres y mujeres capacitados para aportar al entorno que les compete.

La mujer tiene la capacidad de pensar detenidamente las cosas que serán determinantes en su vida, que tiene claros los pasos a seguir para cumplir lo que se ha propuesto. De hecho, muchos hombres cuando necesitan alguna corrección en el desarrollo de sus planes piden la ayuda de una mujer, porque incluso los hombres pensamos: “Ella sabe lo que hace”. Así lo mencionó el gran Benjamin Franklin: “Quien quiera ver prosperar sus negocios, consulte a su mujer”.

Ella no tiene que demostrar nada, solo dejar fluir su esencia como mujer, porque la esencia misma lo dice todo. La mujer tiene la capacidad de dar vida, traerla a este mundo; esto es un don, el trabajo más hermoso.

Lo que más me sorprende y admiro de toda mujer es su amor, esperanza, fe, fuerza, fortaleza y valentía, características que le dan la capacidad de aferrarse incluso a las migajas que suelta el mundo para construir o reconstruir algo más bello, algo que siempre queda para la posterioridad y se prolonga en quienes han sido impactados.

Como ejemplo de ello están aquellas mujeres que han levantado la voz por los desamparados, luchando y apadrinándolos, representándolos ante masas contrariadas, como lo hizo Betty Williams, quien realizó marchas y recogió seis mil firmas en dos días para darle fin al conflicto armado de Irlanda; gracias a esto, se le otorgó el Premio Nobel de la Paz en 1976. Si contáramos las proezas llevadas a cabo por las mujeres en tiempos de oscuridad, creo ciertamente que el papel nos quedaría corto y no habría tinta humana para nombrarlas.

 

Fuente: Revista Mariela