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La consorte vuelve a ser noticia por su mal comportamiento.La reina Letizia continúa ganado detractores, y es que sus recientes acciones solo siguen demostrando una actitud antipática frente a su propia familia.

Hace unos meses atrás fue noticia el visible desplante que le hizo a su suegra, la reina Sofía, cuando esta intentaba ser fotografiada con sus nietas durante un evento oficial. Ahora, Letizia vuelve a los titulares por un nuevo desaire, esta vez en contra de su esposo, el rey Felipe de España.

En los últimos días ha circulado en las redes un video donde Rey de España espera por su esposa a las afueras de un auto mientras cae la lluvia. Letizia baja del auto con un paraguas, y cuando Felipe trata de tomar el paraguas para ayudarla, el clip muestra claramente la negativa de la ex periodista. Situación que muchos describen como un «forcejeo».Los rumores de divorcio siempre han rodeado a la pareja. De acuerdo con el diario El Español, amigos cercanos a los reyes aseguran que Felipe sigue estando enamorado de ella, aunque Letizia prefiere tener su propio espacio fuera de la realeza española.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: E-News!

 

En los últimos años, se está reconociendo un patrón de comportamiento en algunos niños: un trastorno psicológico que hace que sea extraordinariamente difícil para ellos concentrarse, prestar atención y controlar su comportamiento impulsivo. La mayoría de los niños con TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) presentan una combinación de ambos. Las consecuencias son problemas en la familia y pobre rendimiento escolástico.

Las principales causas reconocidas son: deficiencia de dopamina y falta de  irrigación sanguínea en ciertas áreas del cerebro. Nutricionalmente hablando, podemos ayudar con omega 3, que no solo incrementa la producción de dopamina, sino que es capaz de aumentar sus receptores (puertas de entrada) en el cerebro. Aparentemente, los niños con este trastorno tienen un metabolismo que combustiona rápidamente los ácidos grasos omega 3, que son el EPA (Ácido Icosapentaenoico) y el DHA (Ácido Docosahexaenoico). Cuando se encuentran niveles bajos de DHA en la sangre, se presenta simultáneamente dificultad para controlar emociones, adicciones y se deteriora el nervio óptico.

Se hicieron experimentos con ratones de laboratorio, a los cuales se les daba una alimentación pobre en omega 3, presentando la tercera generación trastornos cognitivos y de conducta.

La generación humana que hoy bordea los 85 años fue quizá la última que consumía todos los días su cucharada de aceite de hígado de bacalao (omega 3). Las que siguieron, tuvieron que eliminar esa saludable costumbre por la alta contaminación de los mares. Los metales pesados contaminantes y las toxinas son depositados en la grasas de los peces, y hasta hace pocos años no existía la tecnología para depurar el omega 3.

Según el Doctor Barry Sears, la inflamación silenciosa interna –creada por una alimentación mal balanceada en ácidos grasos y macronutrientes– puede también ser la causa del TDAH. La ingesta de una dieta antinflamatoria, en conjunto con altas dosis de omega 3 – grado medicinal, ha demostrado ser una combinación muy eficaz a la hora de combatir problemas de esta índole.

Existen exámenes de sangre que pueden ser muy útiles a la hora de medir los grados de inflamación, porque brindan una clara correlación entre los valores altos y la gravedad de TDAH, demostrando de esta forma la validez de la teoría.

En definitiva, la recomendación es un buen manejo de la dieta y suplementación con omega 3.

Los alimentos que deberíamos evitar, porque crean inflamación, son aquellos que ingresan muy rápido como glucosa a la sangre. Por ejemplo: el puré de papas, el arroz blanco, los jugos de fruta (aunque sean naturales), el maíz molido, los  chocolates, los helados con grasa. Solo se recomiendan los helados de yogurt sin grasa.

La dosis de omega 3 depende del grado de TDAH, partiendo de 7 g hasta 15 g.  Solo recuerda que el omega 3 debe ser de grado medicinal, es decir, que tenga menos de 10 ppm de mercurio, menos de 45ppm de PCB y menos de una parte por billón de dioxinas.

 

Fuente: Revista Mariela

Prendemos la computadora o conectamos el celular y se abre la llave al ciberespacio. En ese preciso momento, nos zambullimos en un mundo diferente, aunque no nos movamos físicamente. ¿Qué ocurre dentro de nuestro cerebro? ¿Cómo cambiamos nuestro comportamiento?

Cuando entramos en el ciberespacio, no siempre somos conscientes de que nos adentramos en un mundo virtual donde el tiempo pasa más rápido, y pensamos y nos comportamos de manera muy distinta a como lo hacemos en el mundo real.

La ciberpsicóloga forense Mary Aiken lo describe en un artículo de BBC Mundo, como un «mundo hiperconectado» en el que «todo se amplifica» (lo bueno, como el altruismo, y lo malo, como la delincuencia) y nos volvemos mucho más vulnerables.

Así relata Aiken en su libro The Cyber Effect (2016) sobre el comportamiento humano en Internet: «La tecnología se ha infiltrado en cada uno de los aspectos de nuestra vida. Estamos viviendo un momento histórico muy emocionante en el cual están cambiando muchos aspectos de la vida en la Tierra. Pero lo nuevo no siempre es bueno y tecnología no es sinónimo de progreso», dice la psicóloga, cuyo trabajo en el FBI e Interpol inspiró la serie televisiva CSI Cyber.

Aiken explica que, una vez que entramos en el ciberespacio, «viajamos» a un lugar diferente en el que nuestras emociones y percepciones se transforman. Muchos no se dan cuenta. Están sentados en el sofá de su casa y cuando están online nada cambia. En su mente no se fueron a ningún lugar, pero las condiciones son diferentes a las de la vida real. Por eso nuestros instintos nos fallan en el ciberespacio».

Otros psicólogos como Patricia Wallace (The Psychology of the Internet, 1999) o John Suler (The Psychology of Cyberspace, 2001 y 2004) llevan años investigando este fenómeno, al igual que Aiken. Y estos son algunos de los efectos que han observado.

1. «Puedo ser quien quiera ser» (desinhibición online)

En Internet nos ponemos el traje de superhéroes y nos desinhibimos, alentados por la sensación de anonimato. «Este efecto es muy interesante porque hace que la gente haga cosas en el mundo cibernético que no haría en el mudo real», le contó Aiken a la BBC. Los seres humanos somos menos amables en Internet que en persona, y más proclives a ofender a los demás. Una de las razones es la invisibilidad que nos proporciona Internet, la ilusión del anonimato.

2. «No me conoces» (anonimato disociativo)

¿Conocés realmente a las personas con las que interactuás en internet? La mayoría de las personas en Internet no saben quién sos. Cuando tenemos la posibilidad de separar nuestras acciones del mundo real y de nuestra identidad, nos sentimos menos vulnerables a la hora de abrirnos a los demás. Y este efecto tiene como consecuencia otros efectos, como el de la reunión online.

«En un estado mental menos inhibido, las personas con ideas afines se encuentran más fácilmente», explica Aiken. «Si sos una niña de 13 años con un problema alimenticio, ¿cuáles eran las probabilidades de que conocieras a alguien con una condición similar antes de Internet? Ahora con dos clics podés encontrar a personas afines».

3. «No puedes verme» (invisibilidad)

Internet nos otorga el poder de la invisibilidad, por eso somos más abiertos a la hora de compartir nuestras cosas con los demás. La oportunidad de ser invisible amplifica el efecto desinhibidor. No tenés que preocuparte sobre cómo te ves o cómo sonás cuando decís (tecláas) algo y podés evitar el contacto visual.

Otra de las consecuencias de esta invisibilidad es lo que Aiken llama «cibersocialización», una forma acelerada de socialización potenciada por las redes sociales y la manera en que nos comunicamos en Internet.

Y también la minimización de la autoridad. «Si la gente no puede verte o a lo que te rodea, no saben si sos el presidente de una empresa o una persona ‘normal’. […] En Internet, la autoridad se minimiza. La gente está mucho más dispuesta a hablar o comportarse mal», explica Suler.

4. «¿Cuánto tiempo ha pasado?» (distorsión del tiempo)

Como en el cuadro surrealista de Dalí, en internet el paso del tiempo es misterioso. «Hacé esto la próxima vez que te conectes a Internet: sacá el reloj de tu pantalla y, de vez en cuando, ponete a prueba para ver si sos capaz de calcular con acierto el paso del tiempo», sugiere Aiken.

Este fenómeno ha sido ampliamente estudiado en los últimos años. En febrero de 2017, un grupo de psicólogos del Centro de Neurociencia Cognitiva y Sistemas Cognitivos de la Universidad de Kent, Reino Unido, publicó un estudio en el que aseguraban que tendemos a subestimar las horas que pasamos en redes sociales como Facebook.

La razón es que Internet modifica nuestro proceso de atención. A esta distorsión del tiempo habría que sumar el asincronismo del universo virtual: la interacción en Internet no ocurre en tiempo real, y no tener que tratar con reacciones inmediatas hace que nos relajemos.

5. «Es sólo un juego» (imaginación disociativa)

Internet no es un juego de niños, pero muchos tienen esa percepción. Suler dice que en Internet nos sentimos como personajes imaginarios que «creamos» y que existen en un espacio diferente, la dimensión digital. «Es un mundo soñado, fuera de las responsabilidades del mundo real. Separamos o disociamos la ficción online de los hechos offline.

La ciberabogada Emily Finch dijo que algunos ven su vida en Internet como una especie de juego con reglas y normas que no se aplican en su vida diaria. «Una vez que apagan la computadora y vuelven a su rutina del día a día, creen que pueden dejar atrás su identidad en el juego», explica Suler. «¿Por qué deberían ser responsables de lo que ocurre en ese mundo de ficción que no tiene nada que ver con la realidad?».

Fuente: infobae