Durante la Segunda Guerra Mundial el número de heridos en los campos de batalla del norte de África superaba las dosis de morfina disponibles. Debido a la escasez de este potente analgésico, muchos soldados sufrían insoportables dolores, pero donde la cosa se ponía realmente fea era en los improvisados quirófanos.
A uno de los cirujanos se le ocurrió una idea para engañar a los enfermos y evitarles el mal trago antes de la operación: pidió a la enfermera que les suministrara agua salada en lugar del fármaco. Lo más extraño es que los pacientes, que pensaban que estaban recibiendo el calmante, se sentían aliviados.
Esta es una de las primeras historias relacionadas con el efecto placebo –el alivio de síntomas causado por la errónea convicción del enfermo de que está siendo tratado–, pero médicos y científicos llevan décadas observando este fenómeno que se ha convertido en el objeto de estudio de múltiples investigaciones con curiosos resultados. Según uno de los últimos trabajos sobre la materia, el fenómeno va incluso más allá de los medicamentos: puede ayudarnos a superar rupturas amorosas.
El ‘paper’, recogido en ‘Journal of neuroscience’ y firmado por psicólogos y neurocientíficos estadounidenses, sugiere que el mero hecho de pensar que estamos haciendo algo para pasar página nos hace sentir más aliviados y disminuye la angustia. Aunque otros trabajos han analizado los efectos del fenómeno en la paliación del dolor físico, se trata del primero en analizar el impacto del efecto placebo en el sufrimiento causado por un desengaño sentimental.
“Terminar una relación es una de las experiencias emocionales más negativas que una persona puede tener y puede contribuir al desarrollo de problemas psicológicos”, ha explicado Leonie Koban, autora principal del trabajo. “En nuestro estudio hemos comprobado que el placebo puede reducir la intensidad del dolor social”, ha añadido esta experta.
Cuando el dolor emocional se convierte en algo físico
La investigadora y sus colegas trabajaron con 40 voluntarios que habían sufrido una ruptura no deseada en los últimos seis meses. Primero, mostraron a cada uno fotografías de sus exparejas y les pidieron que recordaran el mal trago. Después, les enseñaron imágenes de algún buen amigo y les provocaron dolor físico (leve) con agua caliente. Los participantes tenían que valorar cómo se sentían en una escala del uno (fatal) al cinco (estupendamente).
Mientras se repetían estos estímulos alternativamente, un escáner de resonancia magnética tomaba imágenes de su actividad cerebral. En ellas se podía observar que, aunque no eran idénticas, las áreas activadas durante el dolor físico y el emocional se parecían mucho. Esto indica, según Tor Wager, coautor del estudio, que “el sufrimiento es real, neuroquímicamente real”.
En la segunda parte del ensayo, los participantes recibieron un spray. A la mitad de ellos les dijeron que se trataba de un analgésico que calmaría su dolor y angustia –algo que era mentira–, mientras que a la otra mitad les contaron que era una simple solución salina.
Después de administrárselo, volvieron a repetir todo el proceso de ver las fotografías y valorar su estado anímico mientras de nuevo se les escaneaba el cerebro. Quienes creían haber tomado un calmante no sólo aseguraban sentirse mejor física y emocionalmente, sino que respondían de manera diferente cuando observaron las imágenes de sus ‘ex’.
Un efecto calmante inexplicado
Las imágenes de resonancia magnética mostraban mayor actividad en el córtex prefrontal (involucrado en la regulación de las emociones), mientras que las zonas del cerebro asociadas con el rechazo perdían fuerza. Los científicos también pudieron apreciar mayor actividad en una parte conocida como sustancia gris central, encargada de modular el dolor mediante químicos opioides y neurotransmisores como la dopamina.
Aunque no saben todavía si el efecto placebo provoca la liberación de estos compuestos y la muestra era reducida, creen que es exactamente lo que sucede: “Si tienes expectativas positivas, va a influir en la actividad del córtex prefrontal y el sistema que genera los neuroquímicos calmantes”, dice Wagner.
“Solo el hecho de hacer algo por ti mismo e involucrándote en algo que te dé esperanza tiene un impacto”, ha explicado el investigador. Según él y sus colegas, su trabajo demuestra que las personas pueden utilizar el poder de las expectativas a su favor. “Cada vez está más claro que las predicciones y expectativas influyen mucho en las experiencias que tenemos, cómo sentimos y cómo percibimos”, concluye el experto.
Así las cosas, si quieres encontrarte mejor anímicamente, empieza por hacer cosas que creas que van a ayudarte (y lo harán).
Fuente: Tecnoxplora