En los peores momentos de los recientes acontecimientos en nuestro país, fue la esperanza la que mantuvo con vida a muchos de los que quedaron bajo los escombros hasta que fueron rescatados.
La esperanza nos hace ver que los momentos no son eternos y que debemos aprovecharlos al máximo como un regalo, y, cuando estemos a punto de perderlos, es cuando se engrandecen los recuerdos, las heridas comienzan a sanar y los obstáculos a superarse; es tener fe, siendo ésta una fuente de fortaleza y renovación de nuestro interior.
El hombre que le arrebata la esperanza a otro, se arrebata a sí mismo la fe; claro, la esperanza no implica que nos sumerjamos en un mundo donde no hay problemas y todo va de la mejor manera, pero sí me permite extender mi mano al necesitado, al desesperanzado, accionar de la manera más efectiva en la búsqueda de soluciones en el diario vivir.
Cada día es diferente, y mi lindo Ecuador se levanta como el primer rayo de sol que toca una ventana, avisando que es una buena ocasión para iniciar lo que nunca se terminó, para saludar a quienes por un momento olvidamos saludar, abrazar, besar, extender la mano… esto es esperanza. Unos dicen: “No sabemos dónde, cómo y cuándo encontrarla”, pero puedo decirles que cada minuto es propicio para mantenerla intacta y ese instante ha llegado.