En nuestra cultura hay un temor flotante a la soledad. Se le concibe cómo algo “malo”, triste, negativo. Y en aras de evitarla a toda costa entablamos relaciones con personas que nos lastiman, que no pueden valorarnos o que incluso nos desprecian.
Según un estudio de la Universidad de Harvard, resulta fundamental una dosis ocasional de soledad para consolidar el proceso mediante el cual se afianza la memoria–haciéndola tanto más duraderas como más precisa.
Estar solo es en realidad estar con uno mismo. Es escuchar nuestras angustias, nuestros miedos, nuestros pensamientos. Eso puede ser muy amenazante. Pero sí lo hacemos desde la perspectiva de darnos la oportunidad de convivir con esa persona (que somos nosotros mismos) y la vamos conociendo, queriendo, respetando, cuidando, nos daremos cuenta del inmenso valor que sí poseemos. En la soledad podemos aprender mucho. Podemos reflexionar sobre lo que sí queremos y sobre lo que ya no deseamos en nuestra vida.
En la soledad podemos leer, escuchar música, ordenar nuestras cosas, planear nuestros años venideros. En la soledad podemos enriquecer nuestra vida. Y tendremos mejores cualidades que ofrecer a los demás cuando estamos acompañados.
Aceptar que otra persona nos maltrate, por miedo a la soledad, o por cualquier otro motivo, es muy doloroso. Mucho más doloroso que el camino de aprendizaje de cómo convivir con nosotros mismos. La vida es un privilegio, difícil muchas veces, pero llena de belleza, si sabemos verla.
Fuente: salud180.com