Tuve gusto de visitar al padre Francisco Cortés, mejor conocido como el padre Paquito, uno de los grandes protagonistas de la visita del Papa Francisco.
¿Cómo se siente con la próxima llegada del Sumo Pontífice?
Pues preocupado, porque no sé cómo vaya a ser la cosa. No sé por qué el Papa se ha fijado tanto en mí… Me ha mandado cinco o seis recados de saludo.
¿Qué le decía en los recados? ¿Con quién se los ha mandado?
Con mis alumnos. El Monseñor Eduardo Castillo Pino viajó a Roma cuando Jorge Bergoglio fue nombrado Papa; celebró con él y al final comentó que era antiguo alumno del colegio Javier y enseguida le dijo: “Saludos al padre Alfonso Villalba (+) y al padre Francisco Cortés”. Mandó también el recado con el Arzobispo de Quito y con el Arzobispo de Guayaquil.
¿Y en esos recados, aparte de saludos, decía: “Quiero ir a verte” o alguna otra cosa en especial?
Algo en especial que dijo fue que quería verme para que yo le diera la bendición y él dármela a mí. Eso me lo confirmó un exalumno, no recuerdo el nombre pero la cara la tengo muy presente.
Cuando a usted le dijeron por primera vez que el Papa quería verlo, ¿cuál fue su impresión?, ¿qué sintió, padre Paquito?
Creí que era habladuría de la gente (risas).
Padre, ¿usted conoció de alguna manera especial a Jorge Bergoglio?
De manera especial, en Buenos Aires, cuando fui a la Ordenación Sacerdotal de los dos primeros argentinos que vivieron aquí en el colegio Javier. Al regreso, Jorge Bergoglio –profesor en esa época– me llevó al aeropuerto; mi avión justo salió con un retraso de dos horas y media, y ahí estuvimos en una cafetería… me ofreció cosas argentinas, entre ellas me quiso dar mate, y yo: “No, gracias” (risas).
Y si solo hubo un encuentro, ¿por qué usted piensa que el Papa quiere venir a verlo?
Es la primera pregunta que deberías haber hecho (risas). “¿Por qué se ha fijado en mí? ¿Por qué en medio de tanta barahúnda se acordó de mí?”. Supongo porque vinieron unos 30 jóvenes jesuitas argentinos a ayudar al colegio y yo los atendí espiritualmente, puede ser que por ahí sea.
Puede ser… él sabe de su obra.
Yo aquí llevo 51 años.
Ya 51 años salvando almas…
Desde la tercera promoción.
¿Cómo se siente ahora que él va a venir a almorzar con usted? ¿Ya sabe dónde se van a reunir?
Se está preparando todo. Están ampliando el comedor, la cocina, porque va a almorzar con los socios cardenales que vienen con él.
Y usted ahí al lado.
Supongo que me pondrán en una mesa cercana.
¿Tendrá una hora para estar con él?
Me dicen que cinco minutos.
¿Y qué van a comer? ¿hamburguesas, pizza, en cinco minutos? (risas).
Así me dicen.
Ahora, depende del Papa; si está entusiasmado, se queda más tiempo.
Porque la conversación la llevará él, yo estaré cohibido.
Pero, ¿usted es cohibido, es tímido para estas cosas?
Para estas cuestiones no soy muy hábil.
Dentro de lo espiritual, ¿qué le gustaría decirle a él? ¿Qué mensaje le gustaría entregarle como Padre?
Agradecerle que se haya acordado de mí, su humildad al acordarse de una persona que ha hecho muy poco por él; yo no lo veo desde 1985.
¿Y lo vio una vez?
Bueno, estuvo aquí dos veces: la primera, cuando buscaba un lugar donde sus dirigidos espirituales en formación pudieran capacitarse, y, la segunda, cuando vino a traer a los dos primeros. Compartí también con el Papa cuando la Ordenación Sacerdotal me invitó a Buenos Aires. Él me recibió, me atendió, todo con mucha delicadeza.
Es un hombre de detalles, es un hombre que sabe llegar.
Con mucha delicadeza, tiene una habilidad de conversación extraordinaria.
Y de los proyectos que ha presentado el Papa, ¿cuál le gusta?
Lo sigo por el canal EWTN y veo que hay dos puntos clave: ayudar a los pobres y la misericordia de Dios. Son los dos puntos que él quiere dejar en su pontificado, es mi apreciación… se lo he de preguntar.
Padre Paquito, ¿hay alguna frase en especial que esté en su corazón y que quiera compartirle al Papa?
La frase que hay en San Juan sobre la paternidad de Dios y sobre la Santísima Trinidad. Él insiste mucho en esa paternidad. Yo lo seguí porque es un experto en los ejercicios espirituales, tiene dos o tres libros sobre ese tema; he hecho ejercicios espirituales varias veces basándome en sus libros, porque los Jesuitas cada año teníamos que hacer ocho días de ejercicio espiritual. Entonces, él conoce esos ejercicios espirituales, que es el alma de la compañía de Jesús; los conoce perfectamente y procura comunicarlos sin decirlo.
De una manera fácil, fluida, porque se los sabrá de memoria… ¿Padre, cuál ha sido para usted el Papa más importante de los últimos tiempos?
Yo estuve especializado en historia contemporánea… El problema del comunismo se iba a acabar con la Tercera Guerra Mundial, y, por obra de Dios a través del Papa Juan Pablo II, ocurrió la caída del muro de Berlín pero sin derramamiento de sangre. Todo se vino abajo por la obra de un Papa que serruchó al comunismo, y lo admiro por eso, por la capacidad de haber logrado sobreponerse ante las tensiones que tuvo con el partido comunista, tanto en Polonia como con los rusos.
Y de Juan XXIII, el Papa bueno, ¿qué admira?
La bondad… hombre bonachón, campesino bueno e inteligente.
Pero se impuso.
Lo nombraron como incapaz; de pronto salió con lo del Concilio, que dejó a todo el mundo asombrado. Es la obra más importante del siglo XX en la Iglesia.
Eso es ser un hombre de Dios, un hombre humilde que Dios utiliza para hacer cosas grandes, eso es Dios. ¿Y Pablo VI?, ¿qué hizo de importante él?
Fue el hombre de la paciencia, quien tuvo que enfrentar los problemas de la Iglesia después del Concilio, que fueron muy fuertes. Mucha gente no estaba preparada para la apertura del Concilio.
¿Que no les gustó del Concilio?
No les gustó que rompieran todas las reglas. No entendieron la libertad que le daban entonces, una libertad mal atendida. Ahí hubo problemas de tipo de enamoramiento, de tipo sociológico… la iglesia no estaba comprometida con los pobres, y eso lo tuvo que enfrentar Pablo VI, con la conciencia y con la energía de su cuerpo.
¿Usted estuvo de acuerdo con que Benedicto renuncie?
Me pareció un acto precioso delante de Dios y de los hombres. Un acto de humildad, de decir: “No puedo con esto y ya, y me hago a un lado”.
Bueno, mi querido Padre Paquito, me encantó haber conocido sus conceptos en relación a todo lo que pasa en la Iglesia católica. Me gusta que usted haya podido ayudar, guiar tantas almas, porque realmente sus hijos lo han querido muchísimo y le están agradecidos infinitamente. Seguro que cuando vaya al cielo, va a vivir en una mansión, porque Dios le va a dar todos los honores.
No he sido perfecto, he sido bastante mediocre.
Somos humanos. Gracias, Padre, Dios lo bendiga de todo corazón.
Gracias a usted por haberme entrevistado.
¡Que viva España! ¡Que viva Ecuador, sobre todo!
Ecuador, ¡mi patria desde 1947!