Una alarma para arrancar la jornada, otra para recordar una cita y otra más para recordar que «hay que recordar» un evento. El dedo se desliza sin cesar por el celular para leer noticias, mandar mensajes, ver mails, informarse sobre el clima o el tránsito y reproducir videos.
Llega el final del día y el cuerpo pide dormir. Pero un episodio de una serie de Netflix se convierte en una maratón de seis horas. La pantalla brillante del teléfono se roba el sueño, uno queda presa del insomnio y otra vez vuelve a deslizar el dedo, sin parar, por el celular. Escenas (¿delicias?) de la vida cotidiana donde uno queda preso de la pantalla.
El smartphone manda. La pantalla controla. El Gran Hermano nos dice que debemos estar conectados todo el día. Es decir: «conectados» a ese mundo digital que poco tiene que ver con el otro mundo, el que existe fuera de los dispositivos.
¿Es que acaso esto es lo normal? ¿Es que «así es el mundo actual y hay que adaptarse»? No. Al menos eso cree Tristan Harris, fundador de Time Well Spent, un movimiento que busca crear conciencia sobre la necesidad de que la tecnología «se busque alinear con nuestra humanidad» (tal como lo explica en su sitio).
Harris no piensa que haya que desprenderse totalmente de la tecnología e irse a vivir a un cerro sin teléfono ni electricidad. Él cree que es necesario repensar la tecnología de modo tal que mejore la calidad de vida de los usuarios. No es cuestión de construir prisiones, sino de generar libertad.
«Una tecnología construida en función de nuestros valores y no del tiempo que pasamos en la pantalla», resume en el video publicado en su sitio.
«Los productos se solían diseñar pensando en crear algo que funcionara bien, que ayudara a la gente. Ahora, el diseño se basa en: ¿cómo voy a lograr que la gente use este producto?, ¿cómo voy a lograr captar la atención de la gente?, ¿cómo los mantengo ahí? Casi todos los diseñadores ahora sólo piensan en conseguir la atención de la gente».
«En la actualidad, Apple, Google y Facebook son compañías privadas que se convirtieron en planificadores urbanos de lo que ven miles de millones de personas. Ahora todos vivimos en una ciudad invisible que fue creada por ellos», concluyó Harris.
Fuente: Infobae