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Las greguerías, los tweets de hace un siglo.

Hoy en día, son miles los usuarios de Twitter que comparten con sus seguidores aforismos llenos de humor e ingenio, relacionados con la actualidad política y social. Pero esta modalidad de escritura tuvo su origen en 1917, cuando el escritor español Ramón Gómez de la Serna creó un nuevo género literario conocido como greguería: una sola frase que expresaba una idea de manera original y con pocas palabras.

Por su parte, Twitter nació en el 2006, cuando varios jóvenes emprendedores trabajaban para la compañía de Podcasts Odeo, Inc., de San Francisco, Estados Unidos, y debido a la gran competencia de Apple y otras compañías, tuvieron que reinventarse. En el marco de una serie de reuniones, Jack Dorsey, miembro del equipo, propuso usar SMS (Short Message Service) para decirle a un grupo pequeño qué estaba haciendo cada persona.

Una vez iniciado el proyecto, probaron varios nombres. Durante un tiempo se llamó Status Stat.us); luego, twitch (tic), a causa del tipo de vibraciones de los móviles. Finalmente, eligieron Twitter, que en palabras de Dorsey era perfecta; la definió como “una corta ráfaga de información intrascendente”, “el pío de un pájaro”, que en inglés es twitt. 

Twitter es un servicio gratuito de microblogging que hace las veces de red social y que permite a sus usuarios enviar microentradas basadas en texto, denominadas tweets, de una longitud máxima de ciento cuarenta caracteres. Cotidianamente, nos convertimos en auténticos artistas de esa nueva forma de escribir textos tan breves como las greguerías inventadas por quien fue, además, uno de los destacados miembros de la generación de 1914 (escritores españoles entre 1898 y 1927). Estos son algunos ejemplos de su invención por aquel entonces:

  • Como daba besos lentos, duraban más sus amores.
  • El arco iris es la cinta que se pone la naturaleza después de haberse lavado la cabeza.
  • Donde el tiempo está más unido al polvo es en las bibliotecas.
  • Cuando se vierte un vaso de agua en la mesa, se apaga la cólera de la conversación.

 

Fuente: Revista Mariela