Cargando
.

Lee la revista aquí

¿Por qué nos gusta ver películas tristes?

“Yo no voy al cine a sufrir” es un lema bajo el que mucha gente se rige y prefiere ver solo películas de superhéroes, Tom Cruise y, si eso, alguna comedia (pero no romántica, porque siempre tendrán alguna lágrima escondida). Es una pena, porque así se dejan fuera todo un rango de emociones que está bien vivir de vez en cuando. ¿O las que vemos tantas películas tristes, dramones insospechados, las que vimos 20 veces Leyendas de pasión y seguimos llorando igual, somos unas masoquistas emocionales?

¿Qué nos pasa, doctor, es normal que lloremos con E.T. igual que con El diario de Noa y salga una lágrima automática solo al pensar en Mi chica? Tranquilidad, hasta que alguien descubra lo contrario, la ciencia no solo dice que es normal que nos sintamos atraídas por películas tristes, sino que, además, es recomendable ver a Jack hundirse en el océano helado de vez en cuando. ¿Por qué?

Por comparación

Cuando vemos a Ryan Gosling y Michelle Williams pasar por todas las etapas de una relación abocada al fin, podemos llorar, podemos sentir una tristeza profunda, pero es una “tristeza segura”. Una de las razones por la que nos guste tragarnos una hora y media de drama es porque las usamos como espejos terapéuticos. Vemos nuestras vidas en ellos y nos damos cuenta de que no son tan terribles como lo que los protagonistas del filme están pasando.

Además, según un estudio que hicieron alrededor de la película Expiación, las emociones negativas nos invitan a ser más críticos y reflexivos sobre nuestra propia vida. Mientras una comedia romántica nos aligera la mente y deja por unos segundos pensados qué happy es el mundo, ver una tragedia nos hará pensar en nuestro alrededor. Por eso también es muy recomendable ver dramas sociales (empieza por la filmografía de Ken Loach, por ejemplo).

Por química y empatía

El último estudio que ha investigado nuestra tendencia hacia las películas tristes lo realizó la universidad de Oxford el pasado otoño y llegaron a la conclusión de que ver dramas nos hacía sentir mejor y tenía las mismas consecuencias positivas en nosotros que ver una comedia o trabajar en equipo.

Cuando ves el principio de Up, tu cerebro genera más endorfinas, aumenta tu tolerancia al dolor y genera un sentimiento de unión colectiva. Si ves uno de estos dramas en el cine, en seguida te das cuenta de que no eres la única sacando el kleenex del bolso y eso provoca un bonito sentimiento de conexión con otros. (Y, por eso, hay que ver más películas en las salas de cine).

Por catarsis 

Dicen que cuanto más civilizados, menos lloramos. Cuanto más adultos somos, menos lloramos. Los hombres, por estos estereotipos de género inventados e impuestos, lloran menos. Llorar es sinónimo de debilidad, dicen los que no lloran suficiente. Pero lo que no saben es que llorar es bueno.

No solo hay que llorar por tristeza infinita, también por necesidad de soltar y soltar. Una buena llorera puede dejarte mucho más tranquila y a gusto. Y las películas nos ayudan a soltarlo, pueden ayudar a vivir una catarsis personal y respirar tranquilo. Las vemos por la misma razón que escuchamos canciones tristes después de una ruptura porque nos acompañan en nuestro viaje emocional y nos dirigen hacia una salida: cuanto antes lo sueltes, antes pasará.

Fuente: Glamour