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¿Prestar o pedir prestado?

Son dos circunstancias delicadas, en las que cualquier ser humano puede encontrarse en algún momento de su vida. Que una persona recurra a otra para solicitar algo prestado crea una situación sensible, puesto que supone tanto la necesidad de quien lo pide como la capacidad y sentido de generosidad del posible proveedor.

Ante un evento inesperado o de carácter urgente es cuando sobre todo se puede medir cualquier acto de solidaridad; no obstante, es muy importante que el beneficiario actúe responsablemente una vez superada la crisis y pueda devolver el gesto recibido. Hay diversas formas de ser agradecido y no necesariamente haciendo favor con favor, sino mediante atenciones o gentilezas espontáneas y naturales.

Existen casos recurrentes de individuos que hacen de la alternativa de pedir prestado una salida fácil de manejar, sobrepasando límites de consideración y estima hacia el familiar, amigo o conocido a quien se están dirigiendo. Aun a pesar de que haya confianza en el trato, sea por afecto o compañerismo, se impone una actitud respetuosa y moderada hacia ellos y sus pertenencias. Más censurable aún es el hecho de aprovecharse del grado de confianza existente para tomar algo sin pedir prestado. Es precisamente por esa falta de delicadeza que algunos prefieren dejar que se queden con el objeto que entregaron; es más cómodo darlo como obsequio que pasar por la molestia de pedir devolución.

Dar o pedir prestado algo es muy común entre compañeros de trabajo o de aula, una costumbre que, si bien favorece el desempeño de funciones, jamás debería pasar por alto el detalle de reponer y agradecer a tiempo.

Incluso se han podido observar actitudes desaprensivas en ciertas personas que están convencidas de que la prenda o utensilio que les prestó alguien cuya condición económica es más holgada, no tiene por qué ser restituida a su dueño. No existe, por consiguiente, esa estimación y aprecio que dicen sentir.

Por otro lado, es justo recordar que entre dar y darse existe un abismo insondable. No es lo mismo dar algo de lo mucho que se tiene, que dar mucho de lo poco que se tiene.

Compartir hace que la fraternidad prospere y se fortalezca dentro de una comunidad en un marco de colaboración y esfuerzo mancomunado, siempre y cuando prevalezcan límites infranqueables para poder lograr una convivencia saludable.