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El trabajo de Linda Jácome, una joven artista plástica mexicana, no es fácil. Todos los días tiene que enfrentarse al dolor de la pérdida. Su tarea consiste en pintar y enseñar a otros a plasmar en lienzos a aquellas mascotas que fallecieron.

Todos los días se encuentra con historias de dolor, pero también con miradas de dulzura de esos pequeños seres que en vida hicieron felices a sus dueños y que ahora pasaron a una mejor vida.

Todo empezó con un felino que llegó a su casa hace seis años y fue él quien marcó el inició de su nueva aventura.

Sus 10 felinos le enseñaron que «los gatos tienen magia». Gracias a ellos logró conocerlos, entenderlos, descifrar sus miradas y pintarlos para que sus dueños puedan tener un «registro emotivo» de lo que fue la vida juntos.

«No soy una artista muy reconocida, pero esto es lo que me gustaría hacer el resto de mi vida porque he desarrollado una conexión muy fuerte con lo que hago y también quiero darle a la gente la oportunidad de tener acceso a una obra de arte que no le cueste cara, que sea muy accesible, y que mejor que esa pintura sea la de un ser tan querido», relató en charla con Infobae.

Diseñadora gráfica de formación, durante años se dedicó a hacer publicidad, pero las jornadas extenuantes de trabajo y la forma en la que las demandas de este mundo limitaban su capacidad creativa, la llevaron a empezar un proceso de búsqueda de su verdadera vocación.

Entonces se combinaron dos factores: su suegra iba a regalar unos óleos que le estorbaban en casa, pero Linda decidió experimentar con ellos algunas técnicas que había aprendido en la escuela. Por otro lado, un gato callejero que ella y su pareja alimentaban a diario llegó herido por lo que tuvieron que llevarlo al veterinario quien le recomendó varios días de reposo. Así el felino, al que llamaron «Peluso» decidió quedarse en su casa y marcar su destino.

«Empecé a pintar al gato (a Peluso). En casa siempre fuimos más de tener perros, pero cuando estuve en contacto con el primer gato nació una conexión inmediata. Para mí ellos son energía, magia, misterio, fuerza», expresó.

Pero Linda también estaba por experimentar una pérdida que la llevaría a compartir sus dolor con los demás: un gato negro que había adoptado tres años después de «Peluso» falleció vencido por sus más de 10 años de existencia.

A manera de homenaje, decidió pintarlo y esta actividad la llevó a entender la importancia que significa tener ese recuerdo plasmado. «Surge entonces la combinación de relajamiento al pintar y la parte emotiva de pintar a alguien que es de gran importancia en tu vida como nuestros gatos o nuestros perros… Una terapia de conexión con el ser amado».

La fotografía de los cuadros de sus gatos las subió a su cuenta de Facebook y a sus conocidos les gustó. Siguió pintando y después montó una exposición en un café para gatos, gracias a la cual su obra al oleo Mysterious Cat fue la imagen del festival Vive Gatito de 2015 –la celebración más importante en la capital mexicana para los amantes de los gatos- y fue subastado dentro de este mismo evento.

La obra original la adquirió una pareja coleccionista de arte inspirado en gatos, pero ha gustado tanto que actualmente Linda vende reproducciones litográficas con un número de autenticidad seriado y su firma.

Y de ahí empezaron los pedidos. Pintar gatos que ya no están con sus dueños tiene un mensaje: «Ellos nos cuidan, nos consuelan, sus ojos son algo especial, por eso siempre trato de resaltar sus ojos».

La idea de los talleres surgió cuando linda entendió que pintar le había ayudado a superar el dolor de la pérdida, pero al mismo tiempo dimensionó la importancia que tienen para las nuevas generaciones el «gatijo» o «perrijo» (como ahora se le llama a las mascotas por considerar que son casi como hijos).

Pintar a tu mascota desata más emociones que tenerla en una fotografía, así lo considera Ruy Baruch, uno de los asistentes a los talleres, y también médico veterinario. Su profesión lo lleva a enfrentarse también todos los días a la pérdida constate de animales de compañía. Pero también lo ha experimentado en carne propia con la muerte de su gato y dos perros.

«Me da mucho placer, satisfacción personal, orgullo de ver cómo va avanzado la pintura y ver que se va apareciendo el gato, a pesar de que yo no tengo un entrenamiento en arte es una satisfacción bastante personal. Es ya una adicción y va para más», platicó a Infobae.

«Ver la imagen te hace sonreír. Más que nada es esa satisfacción de tenerlo en un cuadro no en una foto que simplemente apuntas y disparas, porque con el cuadro le inviertes tiempo, dedicación, siempre lo vas a tener ahí en un lugar donde siempre lo veas, y creo que el cuadro va a ser algo importante en toda tu vida«, agregó.

El caso de María Hortensia Ríos, otra de las asistentes a los talleres, es distinto. Ella tiene cinco perros y no quiere esperar que pasen a mejor vida para pintarlos.

«Ayuda mucho y relaja el tener un espacio para tener esa conexión. A mi siempre me gustó la pintura y siempre he querido pintar a mis cinco perros. No me quiero esperar a que se me mueran, pero sí ha visto gente que se les han muerto animalitos. Sí llegan muy tristes, pero se van poniendo felices cuando los están pintando», relató.

Pintarlos es para ella una terapia de relajación, pero afirma que también se desarrolla una conexión «distinta» a la que ya tiene «porque cuando estoy ahí somos solo mis perros y yo, es algo muy especial que no te lo puedo decir con palabras porque es una muy diferente a cualquier otra actividad que tengas con tu mascota. En ese instante sientes como si estuvieran contigo y como si fueran ellos los que te guían, no sé si me entiendes, pero es algo muy bonito», expresó.

A estos talleres, los asistentes acuden solo con una fotografía a color de su mascota, generalmente bien iluminada, y sin ni siquiera indicarles empiezan a platicar sobre sus gatos, perros, conejos o aves.

«Platicar entre ellos también les sirve de terapia para recuperarse más pronto porque ahora las mascotas ya no son mascotas, son una compañía y perderlos es como perder alguien de la familia«, dijo Linda.

La mayoría de los pedidos que recibe y de los asistentes a sus talleres están relacionados con los felinos porque el inició de su carrera la llevó por el camino de los gatos, pero también hay quien busca inmortalizar a sus perros o mascota de cualquier especie. Uno de sus pedidos más exóticos ha sido un caballo.

Aunque en su anecdotario sobran historias tristes, hay dos que la han llegado a conmover: una es la de una gata siamesa cuya imagen la impresionó mucho por sus ojos bizcos y sus colores. Otra es la de un gata persa que murió a los dos meses de haber sido comprada por su dueño.

«Era un hombre joven que en tan poco tiempo se había encariñado tanto con su gato que estaba desconsolado cuando falleció. Lloraba de una forma y con una angustia que hasta ahora me dan ganas de llorar cuando me acuerdo», señaló.

Fuente: Infobae