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Estar a dieta se ha convertido en los últimos años en un estado permanente para muchas personas. En algún punto se comenzó a reproducir la idea de que comer es malo, y mucha gente entró en una dinámica de comer poco, medir calorías, culparse por darse algunos gustos y aguantar el hambre.

Sin embargo, muchos especialistas han encontrado que las dietas no funcionan a largo plazo y a continuación te explicamos por qué sucede esto. El cerebro humano tiene una noción propia de lo que debes pesar sin importar lo que creas conscientemente, a esto se denomina punto de ajuste. Cuando la ingesta de calorías diarias disminuye drásticamente, el hipotálamo, la región del cerebro que regula el peso, manda señales de que algo anda mal. Si pierdes mucho peso rápidamente, te dará más hambre y tus músculos consumirán menos energía para mantener el peso al que está acostumbrado tu organismo.

Entonces qué debes de hacer:

 

Fuente: Metro Ecuador

1- Mira las etiquetas. El mismo producto puede llevar cantidades industriales de azúcar si escoges una marca y una cantidad razonable si apuestas por otra. Y probablemente ni siquiera lo notes. Un buen ejemplo son las galletas o los cereales de desayuno: fíjate en las etiquetas e intenta apostar por opciones lo menos azucaradas. Tu paladar tardará unos días en acostumbrarse, y tu cuerpo probablemente también muestre un ligero síndrome de abstinencia, pero será solo cuestión de días: enseguida integrarás estos nuevos alimentos a la dieta.

2- Más vale añadir. En la línea del punto anterior, conviene evitar los productos con azúcares añadidos. Mejor escoger un yogur o postre lácteo sin azúcar y añadirla nosotros mismos llegado el caso, pues de buen seguro acabaremos incorporando menos de la que lleva de serie. Esta norma sirve para todos los postres lácteos, zumos y bebidas vegetales, entre otros. Y es que más que evitar por completo el consumo de azúcar, la idea es ir reduciéndolo poco a poco, y de esta manera lo haremos de forma sencilla y efectiva sin apenas notarlo.

3- Sí a los endulzantes alternativos. De la stevia al sirope de agave. Son igualmente calóricos, pero mucho más sanos que el azúcar. Podemos añadirlos al café, las infusiones e incluso la repostería y no vamos a notar la diferencia.

4- Acuérdate de la miel. Es también un endulzante fantástico, saludable y energético, que podremos incorporar a nuestras tostadas del desayuno o a nuestras infusiones, batidos y zumos. También va a funcionar muy bien con yogures, cuajadas y postres de cuchara en general, hasta el punto de que en unos días no echaremos para nada en falta el azúcar.

5- Repostería siempre casera. Además de que es mucho más sana porque no lleva aditivos que desconocemos y sabemos los ingredientes que estamos utilizando, con la repostería ocurre lo mismo que con los yogures. Las versiones procesadas contienen siempre una enorme cantidad de azúcar añadido, incluso una tercera parte más del que utilizaremos en nuestra versión casera.

6- No al azúcar glass. Se ha convertido en un básico para decorar pasteles, pero ya es hora de sustituirlo. Mejor utilizar virutas de chocolate negro, alguna crema casera suave o, directamente, nada: si la pieza de repostería es buena, probablemente no requerirá decoración. Lo mismo podemos decir de los rebozados con azúcar que solemos usar en buñuelos, torrijas y otros dulces caseros: antes de usar azúcar, debemos preguntarnos si de verdad es necesario.

7- Cada día un poco menos. Además de apostar por endulzantes saludables, también podemos intentar ir reduciendo poco a poco la cantidad de azúcar que incorporamos a cafés e infusiones hasta que, en poco tiempo, ya no necesitemos añadir nada. Si somos de los que tomamos dos sobres, empecemos a añadir uno y medio durante una semana, después reduzcamos a uno, posteriormente a medio y así poco a poco hasta que ya no necesitemos nada. Va en serio: te acostumbrarás rapidísimo a los nuevos sabores.

8- Olvida los frappucinos y demás pijadas cafeteras. Suelen ser una bomba de relojería de azúcar que no nos aporta nada más que calorías vacías y un subidón de insulina. Si sales a tomar un café opta mejor por uno solo o uno con leche vegetal. Pero ojo, vigila también con las leches vegetales, pues a menudo consumes bebida de soja, avena o arroz pensando que estás siendo la persona más sana del mundo sin saber que algunas marcas añaden cantidades industriales de azúcar a estas bebidas supuestamente saludables.

 

Fuente: Cocinatis

Bajar de peso o mantenerlo: esa es la cuestión. Nadie encara una dieta porque sí, y aunque muchas veces puede venir de la mano con algún problema de salud, la necesidad de recuperar el peso o el temor a no ganarlo predominan en planes y métodos irrisorios que exigen sacrificios y renuncias que no todas las personas están dispuestas a cumplir.

«El ‘método no dieta’ nace del fracaso de las dietas. Está comprobado científicamente que las dietas que prohíben todo, no funcionan. Nace así, entendiendo que es posible tener un cuerpo sano y cómodo sin renunciar a los alimentos. ¿Quiere decir que una persona va a comer de todo? Sí, pero no que se va a comer todo», explicó la doctora Mónica Katz, especialista en nutrición, quien enumeró las cinco reglas de oro para poner en práctica este hábito.

Las 5 reglas del «método no dieta»

Armar una ambiente seguro: «No compres lo que no podés manejar. No tengas lo que te dispara descontrol o picoteo. Si no lo tienes o no lo ves, no lo comes».

Hacer cuatro comidas: «Las deudas de hambre se pagan con comida. No es saludable juntar deudas de hambre. En las horas en que una persona está despierta debe hacer las cuatro comidas».

Emplatar las comidas: «Como dicen los cocineros ahora, poner todo lo que se va a comer en un plato. Sacarle foto y compartirlo en las redes, porque si te armas la norma en tu cabeza de que toda la comida entra en un plato nunca más se va a comer más de un plato. Con esto te asegurarás un buen peso sin renunciar al placer».

Que predominen las proteínas y los hidratos: «Siempre proteínas, por lo menos en una de las comidas. La proteína es la estructura del cuerpo. Y en la otra un hidrato. Siempre la mitad del plato con verdura».

La porción justa del placer: «Es válido incorporar todos los días una porción pequeña de aquello que te gusta. Papas fritas, chocolates, lo que sea. Pero poco. ¿Por qué poco? Porque no es la última cena y se busca estar fantástico».

«Con ‘no dieta’ se puede estar fantástico sin renunciar al placer: son cinco reglas para estar bárbaro», concluyó Katz.

Fuente: infobae

El chocolate es un alimento demonizado en la alimentación de todos los días. Es común creer que comer chocolate es caer en el inevitable e imperdonable pecado que destruye todas las dietas. Sin embargo, su versión más pura y saludable, el chocolate amargo sin grandes cantidades de azúcar, grasas saturadas, químicos saborizantes o aromatizantes y calorías tiene múltiples beneficios para la salud. Esto, sumado a su versatilidad para ser incorporado a recetas, lo convierte en un ingrediente muy importante.

Hay estudios que recomiendan comer entre 7 y 20 gramos de chocolate negro al día y que sostienen que es importante que el chocolate que se consuma esté compuesto al menos de un 65 por ciento de cacao. Esto lo hace más amargo pero también más saludables. Algunos de sus beneficios más importantes:

Sensación de bienestar general:

Además de por su tan particular sabor, el chocolate definitivamente colabora en una mejora del humor porque contiene triptófano, un aminoácido esencial en la nutrición humana que es utilizado por el cerebro para producir serotonina, un neurotransmisor, también conocido como «hormona de la felicidad» porque desencadena una sensación generalizada de alegría.

Además contiene feniletilamina, un compuesto orgánico producido por el cerebro, perteneciente al grupo de las anfetaminas. Se trata de la sustancia bioquímica responsable del amor. Tanto es así que hasta pueden encontrarse grandes cantidades de ella durante un proceso de enamoramiento

Por otro lado, un estudio finlandés realizado entre 300 mujeres embarazadas descubrió que las madres que comían más chocolate durante la gestación tuvieron bebés más felices y menos «exigentes». Según el informe, publicado en la revista New Scientist, los científicos de la Universidad de Helsinki adjudicaron este resultado a las sustancias inherentes al cacao, que también pueden afectar el humor en adultos.

Gran cantidad de fibra:

El chocolate negro con un alto contenido de cacao contiene una cantidad sólida de fibra soluble. Una barra de 100 gramos de chocolate de 70-85 por ciento de cacao tiene aproximadamente 11 gramos de fibra. La fibra soluble es la que ayuda a mantener el colesterol controlado, con una sensación de saciedad prolongada y es bueno para la salud digestiva.

 

Beneficios al cerebro:

Comer chocolate oscuro podría ser una de las claves para mantener el cerebro afilado y asi ayudar a evitar la demencia. Según el estudio longitudinal Mayne-Syracuse, realizado a través de cuatro décadas, se descubrió que las personas con consumo frecuente de chocolate lograron un mejor desempeño en las pruebas de cerebro.

Buena salud cardíaca:

Comer chocolate negro puede reducir en parte el riesgo de enfermedad cardiovascular. Un estudio realizado por científicos de la Universidad de Harvard demostró que comer chocolate cinco o más veces a la semana impacta significativamente el riesgo de enfermedad cardiovascular, aproximadamente en un 57 por ciento.

El chocolate amargo es rico en flavonoides. Estos son un antioxidante vegetal que pueden inhibir la oxidación del colesterol LDL (o colesterol «malo»), combatir la formación de coágulos sanguíneos, regular la respuesta inflamatoria de los vasos sanguíneos y controlar la presión arterial.

Además, algunos tipos de flavonoide, por otro lado, también han demostrado poder inhibir tumores agente-inducidos en ratas y ratones.

Beneficios para la piel:

Tanto su consumo como incorporación en mascarillas, puede mejorar notablemente la piel gracias a dos antioxidantes: fenoles y catequinas. Estos nutrientes regeneran la piel y reducen su inflamación, lo que puede ser muy útil ante una quemadura de sol. Además humecta y suaviza la superficie dérmica, contiene antioxidantes que luchan contra los radicales libres que causan el envejecimiento, suaviza las arrugas y mejora la circulación.

Fuente: infobae

Las fiestas de Navidad y Año Nuevo dejan buenos recuerdos, mucho cariño y…demasiados kilos de más.

Desde mediados de año las personas tratan de cuidarse, creyendo que en estos meses, antes de las vacaciones, se alcanzaría el peso deseado. Con distintos altibajos, llega diciembre, un mes en que las personas se reúnen con amigos para despedir el 2016 y se remata con los desarreglos de la última semana del año.

¿Qué se hace con los kilos ganados?

Primero resaltar lo que no se debe hacer: no hay que intentar bajarlos en pocos días, porque no se tendrá éxito; sólo se ganan frustraciones y, no exentas de riesgos para la salud. El peso depende permanentemente del balance entre lo que se come y se toma menos lo que se gasta.

Por lo tanto, para bajar de peso se debe comer menos y moverse un poco más. Eso no significa intentar vivir en ayunas, es usar un plato más chico, por ejemplo el de postre, tanto para el almuerzo como para la cena.

En tres cuartas partes de ese plato se tienen que colocar vegetales de todos los colores posibles, condimentados con 1 cucharadita de té de aceite y vinagre, aceto o jugo de limón.

En el cuarto restante, se debería colocar una pequeña porción de carne de vaca, pollo o pescado o 1 huevo, en una comida, por ejemplo en el almuerzo y en la otra comida almidones (una papa o batata chicas o media taza de arroz o fideos o legumbres).

En almuerzo y en cena, es muy bueno incorporar una fruta. El desayuno y la merienda, que no deben saltearse, se puede armar con un té o un café con leche con 1 rebanada de pan con mermelada de bajas calorías o un yogur descremado.

Si a esto se le suma una caminata de 45 minutos todos los días, se podrá lograr ir recuperando el peso ganado, en una forma más duradera y amigable.

 

Fuente: tn.com.ar

1. No incluir huevo en el desayuno
O cualquier otra proteína saludable. Hacer un desayuno rico en carbohidratos y sin apenas proteínas y grasas saludables hace que tengamos hambre al cabo de media hora y durante toda la mañana. Por eso, el desayuno perfecto, además de incluir carbohidratos en un 25% (como máximo) debe contener grasas saludables en forma de, por ejemplo, frutos secos o aguacate, y también proteína.

 

2. Autoengañarte con ensaladas que no son sanas (ni bajas en calorías)
La palabra ensalada siempre evoca en nuestra mente la idea de que es un plato sano, ligero, poco calórico… Pero la realidad es que no siempre lo es. Y es que bajo este concepto se pueden incluir ingredientes calóricos y poco sanos que la arruinen (nutricionalmente hablando). Por eso, evita las salsas (prueba mejor el vinagre de arroz aderezado con hierbas), los quesos grasos, la cebolla o el bacon frito y procura siempre que tu ensalada contenga una fuente de proteína para que sea un plato completo y saciante.

 

3. No masticar bien
Comer rápido, mirando el móvil y sin masticar correctamente también te puede estar haciendo engordar. Los alimentos, al estar bien triturados, ayudan al proceso digestivo, facilitando que el estómago pueda hacer el proceso en menos tiempo y de forma más agil. Y todo ello ayuda a mejorar la distensión abdominal. Aunque la clave está en masticar bien, hay nutricionistas que se atreven a cuantificar el número de veces que debemos hacerlo en cada bocado para conseguir saciarnos y tener una buena digestión.

 

4. No comer suficientes verduras y hortalizas
Puede parecer una afirmación obvia, pero no lo es. La base de nuestra alimentación deben ser verduras y hortalizas, cuando más variadas, mejor. Y eso quiere decir que, como mínimo, el 50% de lo que comemos deberían ser alimentos de este tipo. Eso significa incluir verduras y hortalizas en el desayuno, en la comida y en la cena. Y que eso significa también que puedes comer verduras y ensalada en la misma comida.

 

5. Tener miedo a las grasas
Obviamente, no nos estamos refiriendo a las grasas transgénicas presentes en alimentos ultraprocesados, sino a las grasas saludables a las que, en muchas ocasiones, tenemos cierto miedo por pensar que nos pueden hacer engordar. Sin embargo, las grasas son necesarias para el correcto funcionamiento de los mecanismos que regulan nuestro peso. Y, además, nos sacian. Por eso es justo y necesario que incluyas en tu dieta frutos secos, aguacate, aceite de oliva y hasta aceitunas en cantidades moderadas.

 

6. Cenar más tarde de las 9
Otra de las claves para mantenerte en tu peso ideal es no cenar justo antes de acostarte. No hacerlo más tarde de las 9 y siempre intentado que sea una cena ligera a base de verduras y proteínas. Además lo ideal es siempre cenar tres horas antes de acostarte ya que es el tiempo que necesita nuestro cuerpo para hacer la digestión y tener buen sueño.

 

FUENTE: VOGUE.ES

Para potenciar su consumo y promocionar sus numerosos beneficios, este año 2016 ha sido declarado el Año Internacional de las Legumbres por la Asamblea General de las Naciones Unidas.

 

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Su aporte calórico oscila entre las 250-400 calorías por cada 100 gramos –el cacahuete, la soja y el altramuz son las más calóricas–, lo cierto es que «incluir de 2 a 4 raciones por semana hace nuestra dieta más saludable y equilibrada. Esto no es simple palabrería: «su consumo frecuente consigue efectos beneficiosos frente a enfermedades cardiovasculares, ciertos tipos de cáncer y diabetes» gracias a diversas sustancias como la fibra, las saponinas, isoflavonas y fifatos, además de la propia proteína.

Cualquier legumbre es recomendable y existe una amplia variedad: lentejas, garbanzos, alubias, habas, guisantes, azukis, altramuz, algarroba.

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Las legumbres siempre han de ir acompañadas de vegetal (crudo o cocido). Debemos evitar comerlas como primer plato para luego añadir carne, pescado o huevo. La inclusión de las legumbres ya nos aporta suficiente proteína a la comida, por lo que será importante combinarlas con verduras y hortalizas, ya sea en el mismo plato o como un segundo.

 

FUENTE: VOGUE.ES