La infidelidad suele ser el golpe más bajo que se recibe de una pareja en la relación sentimental, ya que la exclusividad ha sido un voto prometido; sus secuelas suelen quedar tan marcadas que a diario se dejan sentir. ¿Por qué es posible perdonar y dejar pasar tantos otros errores menos la infidelidad? Porque se transgrede el paracaídas de la relación, que es la confianza, ya que no es posible lanzarnos al desafío del amor sin esta herramienta básica que hace a este sentimiento invencible a todo embate.
Es necesario entender que la infidelidad no solo se trata de relaciones sexuales con una persona fuera del matrimonio, a lo cual se le denomina adulterio; curiosamente, el término adulterar refiere a cambiar el estado natural de una cosa, falsear o deformar, en este caso, el matrimonio, a causa de otra persona. También existe la infidelidad de tipo afectivo, que surge al ingresar a una tercera persona en el lugar de la legítima pareja, tanto en prioridades, atenciones, sentimientos, derechos o emociones, y con la que se inicia una relación “formal” paralela.
En resumen, la infidelidad resulta cuando uno de los integrantes de la pareja crea una relación de carácter afectivo o sexual con otra persona que no es su pareja legítima, se trate de matrimonio, unión libre o noviazgo. Es importante indicar que la infidelidad es uno de los conflictos que más llevan a la ruptura sentimental en el matrimonio e incluso en el noviazgo, porque una vez descubierta genera emociones profundas de ira, decepción, dolor, ansiedad y, silenciosamente, venganza.
Especialistas en el tema determinan que dentro de las crisis más duras que puede vivir una persona está la muerte de un ser querido y, después, le sigue en magnitud la infidelidad, ya que afecta la seguridad emocional, física, así como el estatus y la confianza en sí mismo y la pareja.
Los estragos de una infidelidad suelen ser más profundos de lo que pueda suponerse en el contexto familiar; los sentimientos de decepción y dolor siempre terminan dañando la imagen que tienen los hijos de su padre o madre infiel, poniendo en riesgo la seguridad emocional que ellos necesitan dentro del mayor y más honesto refugio, que se llama hogar. Incluso, cuando la infidelidad ha sido recurrente se lo considera igualmente amenazante tanto como el alcoholismo, drogadicción y violencia, ya que se utilizan los mismos elementos, como la mentira, la manipulación, el desvío financiero y emocional de los recursos familiares.
Ante un panorama tan desolador surge la pregunta recurrente: ¿es posible perdonar una infidelidad? Mi respuesta: ¡es necesario! Pero perdonar no significa que deban aceptarse como válidas las razones de la infidelidad o indultar la culpa al que la cometió. Perdonar es una oportunidad para sanar el alma herida y todo el ser; es el pase a la libertad para no quedarse trabado en un callejón con salida solo hacia el dolor y la amargura. Perdonar no necesariamente implica continuar en una relación tóxica que no vale la pena, sostenida más por el sufrimiento que por la alegría de amar y ser amado.
Perdonar la infidelidad y continuar en una relación con una persona promiscua o abiertamente infiel, que no tiene la decisión de rectificar su comportamiento, nunca tendrá un buen fin, sino un alto costo de daño emocional y la posible afectación a la salud física, junto con el deterioro de la familia y el mal ejemplo a los hijos, que van creciendo con patrones distorsionados dentro de relaciones sentimentales, cuya herencia los llevará a la desconfianza y fracaso en el amor.
Pero, así mismo, el perdón es la única balsa para poder continuar con una pareja que, aceptando el error, brinde las garantías para iniciar una reconstrucción responsable de lo destruido, con una consciencia plena y una voluntad resistente para, entre dos, literalmente salvar el matrimonio. Para ser posible, el requisito fundamental será el compromiso de cambio que deberá contener la decisión de los dos miembros de la pareja; la persona infiel, comprendiendo el dolor provocado, trabajará con paciencia en ganar la confianza de su pareja con decisiones rotundas y tajantes, como cortar todo vínculo con la tercera persona, como acto primordial.
FUENTE: REVISTA MARIELA
Una chica quiso poner a prueba el amor de su novio y dejó una nota en su habitación, la cual decía que la relación debía llegar a su fin ya que los sentimientos no eran los mismos y no tenia sentido que se continuara engañando, y se ocultó bajo su cama para esperar a que llegara, la leyera y reaccionara.
El truco era, que si su novio lloraba al leer la nota, era porque definitivamente era la dueña de su corazón, pero sino, descubriría que no la amaba.
Cuando su novio llega y entra en su habitación, levanta la carta y comienza a leerla, su única reacción fue comenzar a silbar bajo, y hacer una llamada diciendo:
“Hola cariño, iré para allá. La tonta finalmente comprendió que la engañaba. Me ha dejado. ¡Qué error más grande ha sido esa relación! Estoy feliz de haberme librado de ella. Desearía haberte conocido antes. ¡Nos vemos pronto!”, decía el joven por el teléfono.
Luego se retiro de su habitación y ella rompió en llanto, hasta que se dio cuenta que había otra carta en el escritorio, la cual decía:
“Eres muy divertida. La próxima vez que quieras hacerme una broma así, asegúrate de que tus pies no queden fuera de la cama. Sólo he ido a la tienda. Nos vemos pronto, mi amor“.
El alma volvió a su cuerpo, aunque un poco avergonzada, ya que su prueba no había fallado, su novio la ama y su corazón es solo suyo.
Fuente: upsocl.com
Con el pasar de las décadas, la dinámica de las relaciones amorosas mutó a lo largo del tiempo. Poco a poco las parejas comenzaron a reflejar cambios en los roles, las expectativas de sus protagonistas se equilibraron, mientras que los tiempos de duración del vínculo se acortaron, las búsquedas de nuevas satisfacciones, tal vez encontradas en un tercero en discordia. Así, la infidelidad comenzó a ganar cada vez más terreno en la sociedad.
Una de las claves para detectar un engaño son los cambios de hábitos en los horarios de la pareja. Cuando empiezan a aparecer de golpe innumerables reuniones laborales a última hora, cuando se altera por completo un calendario que parecía estático durante los meses anteriores, es el momento en que surgen las dudas. Es que el después del trabajo durante la semana laboral es el escenario ideal para concretar aventuras amorosas, de acuerdo con una reciente encuesta.
Según la web especializada en encuentros Second Love, el lunes es el día predilecto por los infieles. De acuerdo con lo manifestado por los usuarios, los fines de semana son reservados para compartir el tiempo en familia, pero a la vuelta al trabajo el deseo de un reencuentro con su pareja extraoficial se incrementa. La excusa más fácil de llegar tarde a casa sin despertar sospechas es el exceso de trabajo.
Con respecto a los horarios preferidos, el pico de mayor actividad en la plataforma es entre las 16 y las 18 horas durante los días de la semana, un lapso que en muchos de los casos coincide con el cierre de la jornada laboral.
En otros datos revelados, el 72% de los encuestados prefiere encontrarse en un lugar público. Confiterías, bares y boliches dejaron en un segundo lugar otra de las opciones destacadas como hotel alojamiento, electa por el 28%. Además, el encuentro sexual no siempre está presente: el 35% de los encuestados manifestaron que en algunas ocasiones privilegian compartir un momento de diálogo a tener un encuentro íntimo.
Matías Lamouret, vocero de Second Love, precisó que no suele establecerse un día fijo para concretar las citas, sino que «se va acomodando de acuerdo a otros compromisos». Sin embargo, muchos de los usuarios manifestaron que en los primeros días de la semana «se sienten más seguros de que no van a ser descubiertos, ya que están inmersos en su rutina diaria y pueden excusarse de mejor manera».
FUENTE: INFOBAE.COM