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Si bien es sabido que los gimnasios tienen la obligación de solicitar a sus socios una evaluación física que demuestre un buen estado de salud, que los habilite a realizar actividad física sin riesgos, hay instituciones que no lo cumplen. También hay personas que recurren al médico amigo o familiar que facilita el certificado, esquivando el chequeo.

Salteado el paso de los controles, las posibles consecuencias negativas afloran. Aunque sean principalmente visibles en la merma del rendimiento, daños en la estructura ósea y muscular, el cuerpo es vulnerable a contraer diferentes lesiones. Para evitarlo, un repaso a los exámenes necesarios para afrontar cualquier desafío que se encare para los próximos meses y para tratar cualquier tipo de afección.

Por ley, el control cardiovascular es lo primordial para encarar cualquier tipo de actividad (iStock)

Evaluación clínica cardiológica: es el examen principal. Incluye un interrogatorio sobre antecedentes familiares y personales con evaluación de eventuales factores de riesgo, y un examen físico cardiovascular detallado. Esto permite obtener un panorama inicial de eventuales riesgos ante el deporte. En la Ciudad de Buenos Aires, lo exige la Ley 139/1998.

Estudios ergonométricos y de laboratorio: «Algunos médicos los recomendamos para tener un panorama general del deportista. Hoy, los estudios no están reservados a los deportistas de élite, de alto rendimiento o jugadores de la selección nacional, por el contrario, son accesibles a cualquier persona que practique deportes», comentó Pablo Schvartzman (MN 120107), especialista del Centro Médico Deragopyan.

Ecografías: Salvo que padezca de una enfermedad predisponente, antecedentes de fractura o desgarro, quien comienza una actividad física y se encuentra en buen estado no requiere de un estudio previo en el área de osteoarticular.

«Las dolencias en el área osteoarticular, suelen aparecen cuando el deportista comienza a notar molestias mientras desarrolla la actividad física. En ese caso, lo ideal es que el paciente vea a un traumatólogo que le indique el estudio adecuado», agregó Schvartzman. La ecografía ayudará en esos casos a conocer la localización y la intensidad de la molestia.

Los ligamentos son zonas muy expuestas a daños, sobre todo para los profesionales (Shutterstock)

Resonancias magnéticas: Las lesiones de tipo ligamentarias, contusiones óseas o fracturas pueden darse por estrés, es decir, ejercicio repetitivo. La utilización de una radiografía simple, tomografía computada o resonancia magnética, además de la ecografía, ayuda a detectarlas y planificar el tratamiento a seguir.

«En una resonancia se puede evaluar casi por completo el estado de las articulaciones; se trata de estudios sencillos y rápidos, generalmente de media hora de duración. En la actualidad, es fundamental que exista una comunicación entre el traumatólogo y el médico especialista en imágenes. Esto ayuda mucho para identificar y tratar la lesión, además de consensuar los estudios por imágenes complementarios», dijo el especialista.

Microbobinas: en resonancia magnética o con equipos de alto campo como 3 tesla de alta resolución, estos análisis están destinados a daños más complejos por sus estructuras, como son las roturas de las poleas de los dedos o de ligamentos muy pequeños a nivel de los pies o las manos.

Los gimnasios deben solicitar la autorización médica previa

Artrorresonancias: este tipo requiere de un procedimiento previo donde se introduce una pequeña cantidad de contraste en la articulación como el hombro, cadera, muñeca, codo o tobillo. Una vez que se determina el pasaje de contraste se efectúa la resonancia. «De esta forma podemos ver con más precisión pequeñas estructuras como el cartílago articular o el labrum glenoideo que son difíciles de ver en una resonancia convencional», explicó Schvartzman.

Estudios por imagen: están orientados a la detección para el posterior tratamiento y seguimiento de algunas enfermedades. Algunos de los métodos más utilizados son la radiografía, la tomografía computada, la ecografía y la resonancia magnética. Estos posibilitan al profesional médico una observación en detalle de estructuras musculares u óseas para identificar lesiones o el origen de determinadas dolencias.

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En el gimnasio, cada entrenador recomiendan una rutina a sus alumnos, pero luego, cuando los hacen sin supervisión, a menudo cometen errores que pueden terminar en graves lesiones. Sin embargo, con un básico conocimiento de algunas cuestiones anatómicas y la corrección de las fallas más comunes, se puede aprovechar al máximo el tiempo del entrenamiento sin el riesgo provocar una lesión.

Apoyarse demasiado en la máquina

Si una persona se está apoyando demasiado en el manubrio de una bicicleta de spinning, por ejemplo, la parte inferior del cuerpo no está trabajando tan duro como debería y eso significa, según Michele Olson, profesora de fisiología del ejercicio en la Universidad de Auburn, en Alabama, menos calorías quemadas. Además, no se compromete efectivamente con los glúteos y la base.

O aún peor, esa posición podría estar dando lugar a una lesión, porque los músculos y las articulaciones en los hombros y el cuello se ven obligados a soportar mucho más peso que de costumbre.

Respirar mal

Según Beth Jordan, una personal trainer, la respiración de la mayoría de la gente es demasiado superficial, tanto en reposo como durante un entrenamiento.

Una respiración profunda reúne el oxígeno necesario para que los músculos funcionen eficientemente durante el ejercicio. Con una respiración superficial, el pecho sube y baja y, por el contrario, en la respiración profunda se mueve la panza. El momento en que se respira también es importante: la exhalación corresponde a la parte de esfuerzo del ejercicio. Esto ayuda a empujar, tirar o rotar el cuerpo. «La gente tiene una tendencia a contener la respiración en puntos extenuantes», señaló Jordan. «Esto limita la entrega de oxígeno al cerebro y puede causar mareos o un aumento de la presión arterial».

Entrenar demasiado con alta intensidad

Actividades como el HIIT (entrenamiento de intervalos de alta intensidad) eliminan una gran cantidad de calorías en un período muy corto de tiempo. Pero los extremos son peligrosos. El HIIT requiere un esfuerzo enorme que deja los músculos estresados después del ejercicio. Hacer este tipo de ejercicios casi todos los días mantendrá los músculos en un estado inestable (más susceptibles a una lesión a largo plazo). «Tus músculos se reparan y se fortalecen durante las horas posteriores al entrenamiento», explicó otro instructor. «Deberías esperar unas 48 horas antes de hacer otra actividad intensa».

Sólo trabajar los músculos que se ven en el espejo

El consejo de los expertos siempre es adaptar el ejercicio a las necesidades de cada uno pero sin descuidar músculos como los erectores, que ayudan a alargar el torso y los romboides y rotadores externos del hombro. «Es sólo una cuestión de tiempo antes de que obtengas una lesión en la espalda o en el hombro». La recomendación es hacer movimientos de «tirar» por lo menos tan a menudo como se hacen los de «empujar».

Además, es una buena idea añadir extensiones de espalda a la rutina. Sólo hay que acostarse boca-abajo, con los brazos por los lados y ligeramente fuera del suelo, con las palmas hacia arriba. Levantar en esta posición el tronco unos centímetros y girar las palmas hacia abajo. Mantenerse así por un momento, luego bajar lentamente y repetirlo en dos series de 15 repeticiones.

Hacer un sólo ejercicio aeróbico

La mayor parte del cardio que hacemos es solo hacia adelante y hacia atrás. Cuando los músculos de un lado de una articulación son fuertes y los músculos opuestos son débiles, esto puede desestabilizar la unión y provocar lesiones.

La solución es combinar entrenamientos de cardio o aeróbicos que pongan al cuerpo en diferentes planos de movimiento; Por ejemplo, correr durante 10 minutos, remo durante otros 10 minutos y luego hacer ejercicios de salto, por ejemplo. Mezclar este tipo de actividades va a producir excelentes resultados en las articulaciones.

Fuente: infobae