La esperanza es un sentimiento que viene de adentro, que se produce en los seres humanos cuando se tiene la certeza de que las cosas van a salir bien, al creer que lo que causa nuestro dolor puede cambiar, que vendrá algo mejor respecto de las circunstancias pasadas o presentes. La esperanza nos ayuda a mantenernos en pie, inclusive nos impulsa a volver a creer y empezar en cualquier área de nuestra vida.
Normalmente, el momento de la dificultad nubla por completo nuestros sentidos no dejándonos actuar de manera ocurrente, es decir, nos pone un desafío con dos opciones:
Cuando nos aferramos a las realidades de la vida, fácilmente perdemos la esperanza, porque esta última tiene un principio: la verdad, la cual no es perceptible por los sentidos, pero es palpable en el corazón de todo aquel que se quiere levantar del episodio sufrido.
Podemos decir que la vida y el objetivo de crecimiento de toda comunidad, sociedad e individuo se basan en ella; es por eso que se estrechan corazones, se manifiesta el amor que se vuelve doloroso, sobrepasando ideologías y derribando muros, aproximando a aquellos que se encuentran a kilómetros.
Cuando la esperanza nace en el corazón, podría llegar a sorprendernos lo que nos llevaría a lograr aun en medio del caos más terrible; de ahí las frases tan comunes que escuchamos desde chicos: “La esperanza es lo último que se pierde”, “mientras estemos vivos habrá esperanza”.
Es un hecho que nuestra esperanza no puede basarse en algo efímero, sino en algo que esté por encima de nosotros: Dios. Él es verdadera esperanza.
Qué no es esperanza
Qué es esperanza
Es saber que, aunque la realidad es dura, necesitamos avanzar estando seguros de que lo que esperamos llegará; en otras palabras, se construye a través de la fe, porque sabemos que lo que pasó pudo haber sido peor, y nos permitimos creer que veremos algo mejor. Aprovechamos la realidad que tenemos frente a nosotros y la convertimos en una poderosa oportunidad para salir adelante.
Si no tenemos esperanza, seremos derribados por la circunstancia más pequeña, pero mientras ésta sea más fuerte, se convertirá en un ancla que nos mantendrá a salvo y la inseguridad no llegará a nosotros.
Fuente: Revista Mariela