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Es el momento perfecto para matar dos pájaros de un tiro: hacer deporte y tomar el sol. Aprovechamos el buen tiempo para salir a correr o hacer nuestros ejercicios con poca ropa para broncearnos. Sin embargo, esta es una costumbre que puede acabar perjudicándonos, cuando el objetivo de ponerse moreno se convierte en primordial y raya la obsesión.

“Entendemos que existe una actitud obsesiva cuando se convierte en una idea fija y recurrente que obliga a una persona a tomar el sol o broncearse en cabinas de rayos UVA de manera abusiva y desmedida, para así obtener un bronceado excesivo y mantenido y de esta manera satisfacer su deseo irrefrenable de estar bronceado todo el año”, explica la Dra. Cristina Núñez, dermatóloga del Hospital La Milagrosa.

Encontrar el término justo no es fácil, la línea entre el deseo de conseguir un bonito de color de piel y la tanorexia puede ser muy fina y hay que saber parar. Pero, ¿cuánto sol es demasiado?, en realidad, como asegura la especialista, “depende en primer lugar del tipo de piel que tenga cada persona, del tiempo de exposición solar a lo largo de su vida, de si se pone o no protector solar y de las quemaduras recibidas, sobre todo, en la infancia y adolescencia”.

La piel fotoenvejecida y las manchas solares, así como lesiones malignas, son las consecuencias de esta adicción al sol. La experta apunta al aumento de las posibilidades de presentar un cáncer de piel no melanoma o un cáncer de piel melanoma.

Tomar el sol compasivamente, aprovechando cualquier ocasión, es una adicción comparable a otras más reconocidas como el alcoholismo o el tabaquismo, por ejemplo, y ello es debido al efecto placentero que produce la liberación de opioides endógenos inducido por la exposición ultravioleta.

Sol sí, pero protegiéndonos y en su justa medida. Pretender cambiar la coloración de nuestra piel tiene graves consecuencias, por lo que hay que estar muy pendientes y conocer las señales que nos alertan de que nos estamos pasando.

“Desde el punto de vista de la conducta, se observa a una persona que presenta un deseo irrefrenable de estar bronceado todo el año y con una importante sensación de frustración o insatisfacción cuando no consigue el tono bronceado que considera adecuado. Tampoco suelen usar protectores solares y clínicamente, presentan una piel con evidentes signos de un fotoenvejecimiento prematuro y un bronceado excesivo”, advierte la dermatóloga.

En la playa, la pista de atletismo o jugando al tenis, las piscina e incluso una cabina de rayos UVA, la precaución no distingue de lugares ni espacios, pues “tanto la exposición solar directa como la recibida por las cabinas de rayos UVA producen daños en la piel de una persona que sufre de tanorexia.

Desde el punto de vista psicológico, la conducta obsesiva de un paciente que la sufre podría ser consecuencia de una falta de autoestima e, incluso, pueden llegar a sufrir un trastorno denominado dismorfofobia, que representa una percepción distorsionada de su imagen”, con lo que el moreno conseguido nunca sería suficiente.

No es sano y además envejece, los efectos saludables del deporte se diluyen cuando caemos en la trampa del sol y pretendemos tomarlo sin límites. Los excesos no son buenos, y el sol no es una excepción.

Fuente: Correr y Fitness