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La celebridad ha dejado atrás una etapa de su vida difícil, pero que le ayudó a tener claro qué es lo que necesita.

 

A Selena Gomez la conocimos cuando era una niña, pero aunque sepamos quién es desde hace décadas, la actriz y cantante solo tiene 27 años; una edad, por otro lado, que le ha dado cierta seguridad.

Una de las desventajas de crecer delante de las cámaras es que millones de personas en todo el mundo son testigos de tus errores, enfados, rupturas o decisiones fallidas. En su caso, su relación con Justin Bieber (con el que salió de manera interrumpida durante años) copó cientos de titulares en los que Gomez no salía bien parada; y no precisamente porque hubiese sido injusta sino todo lo contrario.

De algún modo, después de haber leído todas las informaciones, se asumía que la celebridad estaba inmersa en una relación que le hacía daño y de la que no era capaz de salir. Ahora, con Bieber ya casado con Hailey Baldwin, Gomez ha lanzado un nuevo sencillo en el que aborda -según parece- aquellos años con el cantante de Sorry.

Justin Bieber y Selena Gomez

Pero la celebridad no está dispuesta a repetir pasado; con el lanzamiento de Lose You to Love Me podría haber cerrado una etapa vital y ha llegado el momento de mirar hacia adelante.

Sobre todo esto quiso hablar durante una entrevista que concedió a la emisora de radio Z100 studios. “He estado súper, súper soltera durante dos años y tengo muchas ganas de saber cómo será mi próximo amor”, dijo Gomez. “Quiero que sea real y no quiero que sea una relación codependiente o un desastre, o que no haya comunicación entre ambos. Cuando te haces mayor, encuentras a la gente correcta para ti, porque estás en la misma onda que esa persona”.

“Ahora mismo, estoy tranquila. Sinceramente, tener [citas] es muy estresante así que he estado disfrutando de estar soltera. No me gustó durante el primer año, yo estaba en plan, ‘Solo quiero que me arropen, ver algo juntos y que me adoren’. Pero ahora estoy bien. Ahora me siento increíblemente bien”, zanjó la celebridad.

 

 

 

Fuente: Revista Vanity Fair