Un imaginario popular evalúa la confiabilidad de un persona según su automóvil. «¿Le comprarías un auto usado?» pretende calificar la honestidad y honradez de cualquier vecino. La respuesta dirá si el vendedor ha sido un noble y justo propietario. La teoría, arraigada a la idiosincrasia argentina, tiene su razón de ser. Comprar un auto usado merece un análisis vasto, fino, meticuloso. El objetivo es realizar una transacción limpia, próspera, sin complicaciones venideras ni daños colaterales.
Porque el mercado de compraventa de autos usados es intenso en el país. Más allá de que el extraño mercado automotor argentino hoy experimente un «brote verde» en la comercialización de 0 km -causas varias: guerra de precios, bonificaciones, financiación y crisis brasileña-, los modelos más viejos no pierden vigencia. Las 407.468 transacciones de autos usados que se realizaron en los primeros tres meses en el país debieron atender ciertos aspectos básicos, del calibre de sugerencias y recomendaciones para propiciar que tamaña inversión haya sido valiosa y satisfactoria.
Para empezar: particular o agencia. Ambas alternativas son igual de sólidas y apropiadas, aunque asuman condiciones diferentes. En líneas generales, comprar o vender autos usados en concesionarios no genera tanto rédito económico como hacerlo por vía particular, pero la calidad de garantía aumenta. Las transferencias a través de plataformas online acapararon el mercado en el país con un amplio abanico de opciones, y con indudable éxito. Estos sitios de venta digital permiten también comparar y fijar rangos de precios en virtud de las publicaciones de vendedores. Es menester verificar la tasación del vehículo e informarse con guías de precios oficiales antes de hacer el desembolso.
El contacto debe ser genuino. Es inevitable dejarse seducir por las fotos pero para enamorarse hay que hacerlo en vivo. Y preferentemente de día, cuando la luz denuncie defectos de chapa, pintura, neumáticos o interiores que la noche es capaz de omitir. Es el momento de las preguntas de rigor: dueños anteriores, historial mecánico, prontuario de accidentes, kilometraje, modo y lugares de uso, consumo. La inquisición es necesaria para evaluar la hipotética compra.
Tocar. Mirar. Investigar. Solo o acompañado por algún amigo, familiar o mecánico específico que garantice la condiciones mecánicas del auto. Hay que inspeccionar y examinar cada detalle: detectar señales de golpes, rajaduras o abolladuras, constatar que la pintura esté uniforme, verificar el piso, abrir y cerrar las puertas, subir y bajar las ventanillas para comprobar su eficiencia, revisar cubiertas y rueda de auxilio, y evaluar la respuesta de la suspensión. Ya en el interior: estudiar el tapizado, probar cada botón del tablero, certificar el uso correcto del audio, la calefacción y el aire acondicionado. En cuanto el motor: concentrarse en la pérdida de nafta o aceite, y a la temperatura que alcanza estando en marcha y en frío.
Manejar. Hacer un test drive del auto es fundamental para descubrir defectos perceptibles al movimiento. Más allá del andar, del confort y de la sensación mágica de conducir, es indispensable juzgar y adoptar posición para discernir. Llevarlo a distintas velocidades, frenar, prestar atención a ruidos y chasquidos (delataría problemas de transmisión, por ejemplo), soltar el volante y comprobar la dirección, ver el color del humo del escape, comprobar el normal funcionamiento de la inyección electrónica en el arranque y la suavidad de la caja de cambios.
Papeles. Previo a cerrar la operación, es obligatorio demandar toda la documentación. Hacer una transacción limpia disolverá fantasmas o contingencias futuras. El modelo podrá ser el ideal y el soñado solo cuando el papelerío esté en regla. Desde la posibilidad de certificar el motor en una Planta de Verificación habilitada, hasta identificar el nombre del actual propietario para no tener que rastrear al titular legítimo de la unidad.
Fuente: Infobae