El hombre «ideal para casarse» tiene un ingreso estable. Paga sus cuentas a tiempo y también puede ayudar a mantener a un niño. Hace tiempo ya que captó la atención de los economistas, que lo asocian a una economía más sana.
Pero en algunas partes de los Estados Unidos, ese hombre perfecto para el matrimonio ya no está a la altura de su nombre, de acuerdo a un nuevo estudio de los investigadores de la Universidad de Maryland.
La profesora de Economía Melissa Kearney, coautora del estudio, se propuso explorar de qué modo el auge de la extracción de combustibles fósiles afectó la cantidad de bebés nacidos fuera del matrimonio. Históricamente un aumento súbito de la prosperidad de los obreros reducía la proporción de esos niños.
Como dice la teoría: las mujeres se sienten más motivadas para casarse con el padre de sus hijos si él puede aportar al hogar. Si esa persona se va a convertir en otro dependiente, prefieren no casarse.
Kearney revisó el derrotero romántico de los hombres que no tenían un grado universitario y vivían en localidades del centro de Estados Unidos, donde el auge del petróleo y el gas natural hizo que los empleos y los salarios aumentaron. Examinó los datos de la población en franjas de Texas, Oklahoma, California y Pensilvania.
Se sorprendió por lo que halló.
«Esta vez hubo una respuesta diferente, y es un llamado a la realidad», dijo. «Ya no existe el compromiso de tener hijos dentro del matrimonio como en los años ’70 y ’80».
Kearney y su coautor, Riley Wilson, calcularon que por cada incremento de USD 1.000 en los ingresos per cápita en una zona de combustibles fósiles se sumaron seis nacimientos por cada 1.000 mujeres. Aproximadamente la mitad de esos bebés adicionales, dijo Kearney, nacieron en parejas casadas.
En otras palabras: más dinero parecía implicar más niños, sin que importara el estado civil de los padres.
Este aumento en el nacimiento de bebés no sorprendió tanto a Kearney como las relaciones no oficiales. Los bebés, explicó, se ven como «bienes normales», y su demanda se incrementa según lo hacen los ingresos.
En el pasado, sin embargo, el aumento en bebés producto del empleo solía restringirse a las parejas casadas.
Durante las décadas de 1970 y 1980, por ejemplo, la suba de los precios de la energía durante lo que se conoció como el auge del carbón en los Apalaches, generó más empleos para los mineros. Esto incrementó los salarios de hombres con destrezas similares que vivían al sur de Nueva York, Misisipi y Kentucky, y cambió la conformación familiar en esas áreas. Se casaron más mujeres; menos mujeres tuvieron hijos solas.
Un aumento del 10% en los ingresos se ligaba a una disminución del 9,6% en la cantidad de mujeres solteras (de 15 a 34 años) y una enorme reducción, del 25%, de nacimientos de niños de solteras.
Seth Sanders, profesor de Políticas Públicas de la Universidad de Duke, quien estudió la demografía marital de los Apalaches, lo expresó con sencillez: los tiempos han cambiado.
«Existe una aceptación creciente de los hijos fuera del matrimonio, especialmente en la comunidad blanca», dijo. «En los años ’70 y ’80 los Apalaches eran una zona socialmente conservadora, que valoraba mucho el matrimonio».
Lo salarios más altos no crean uniones más fuertes por arte de magia. Decidir casarse es una decisión muy personal, que depende de mucho más que el salario de una pareja.
Isabel Sawhill, economista de Brookings Institution y autora de Generation Unbound: Drifting into Sex and Parenthood Without Marriage (Generación libre: Acercarse al sexo y la paternidad sin casarse), dijo que los hallazgos de Kearney reflejan una transformación cultural. El matrimonio, apuntó, ya no se considera esencial para que una mujer progrese. (Hasta 1974, por ejemplo, los bancos podían exigirle a las mujeres que obtuvieran el permiso de su esposo para solicitar una tarjeta de crédito.)
«En el pasado las mujeres no podían ser muy selectivas: tenían que casarse por razones sociales y económicas», dijo Sawhill. «Las hubieran estigmatizado si no lo hacían, y no hubieran podido sobrevivir por sí mismas. Ahora el contexto social ha cambiado».
En Estados Unidos, el 40% de los niños nacen de mujeres solteras, reveló la información más reciente de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). Las diferencias en los niveles educativos cambian un poco la proporción: el 62% de esos niños son de madres sin título universitario.
Hace mucho tiempo ya que los académicos se preguntan cómo fomentar el matrimonio, porque dos padres suelen contar con más recursos que uno. Un estudio realizado en el 2015 por el American Enterprise Institute y el Instituto de Estudios de la Familia encontró que los estados con mayor concentración de padres casados tenían un ingreso promedio mayor y tasas menores de pobreza infantil.
Los investigadores que se concentran en comunidades pobres advirtieron que en general las mujeres dan prioridad a la maternidad sobre el matrimonio.
El 40% de los niños nacen de mujeres solteras.
«Las mujeres que no quieren dejar de ser madres esperarán hasta encontrar a una pareja confiable y estable, alguien que pueda dar estabilidad a la mesa», dijo la economista Kearney, citando el trabajo de la socióloga Kathryn Edin, de la Universidad Johns Hopkins.
Treinta años atrás, el sociólogo William Julius Wilson, hoy profesor en la Universidad de Harvard, inventó el término «hombre ideal para el matrimonio».
En su innovador libro The Truly Disadvantaged (Verdaderamente desamparados), Wilson trató de explicar por qué aumentaba la maternidad de solteras en las comunidades predominantemente negras, y encontró que las mujeres con un trabajo superaban la cantidad de hombres empleados. Ese desequilibrio, concluyó Wilson, redujo el incentivo de las mujeres para casarse.
Otros cinco estudios apoyaron la teoría de Wilson, según un informe de Brookings Institute sobre la economía de los solteros. La caída del empleo entre los hombres, junto con el estancamiento de los salarios, puede explicar la baja del 27% en los matrimonios desde 1980, escribieron los investigadores.
El investigador de Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) David Autor sugirió que la teoría del varón casadero no ha quedado obsoleta en todas partes. Luego de que las importaciones chinas comenzaran a crear una competencia más dura para los productos estadounidenses, los empleos en los centros manufactureros cayeron de manera drástica. Autor encontró que esos cambios mercantiles en los estados del Cinturón Industrial [de Nueva York a Illinois] provocaron una caída del 5% en el matrimonio entre mujeres jóvenes (18 a 25 años) y del 4% en la tasa de natalidad.
Fuente: Infobae