Nuestro organismo produce cortisol –hormona del estrés– ante situaciones de emergencia para ayudarnos a enfrentar los problemas y su impacto en el metabolismo es muy importante.

Cuando el organismo está sometido a una situación de estrés crónico se disparan en el organismo los niveles y, al ser el único proveedor de glucosa del cerebro, tratará de conseguirla por diferentes vías: destruyendo tejidos, proteínas musculares, ácidos grasos y cerrando la entrada de glucosa a otros tejidos. Síntomas de niveles elevados 

• Cambios en el comportamiento: irritabilidad constante y sentimientos de ira; falta de sentido del humor y ganas de llorar
• Síntomas físicos: cansancio permanente aunque no se realice ninguna actividad, dolores de cabeza, palpitaciones, hipertensión, falta de apetito o gula desmesurada, problemas digestivos, orina frecuente, diarrea o estreñimiento, dolores o calambres musculares, infertilidad e interrupción de la menstruación.
• Pérdida de memoria debido a que los altos niveles de cortisol daña la conexión entre células cerebrales.
• Disminución de las defensas.

El cortisol provoca el aumento de insulina y la elevación de estos niveles desencadena un aumento del apetito, especialmente por consumir dulces y féculas. Esta forma de comer favorece el almacenamiento de grasa, generando altos niveles de sustancias inflamatorias en el hígado.

Por otro lado, el cerebro también se ve afectado, pues al intentar aliviar el estrés con comida, activamos el centro de recompensa del mismo

Fuente: salud180.com