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La reina Isabel II ya descansa en paz en Windsor

Ícono de una era, Isabel II, fallecida tras 70 años de reinado, descansa en paz, enterrada en Windsor, tras 11 días de sentidos homenajes por la desaparición de una figura que cierra un capítulo de la Historia británica y mundial.

Al término de una misa íntima en la Capilla San Jorge, una iglesia gótica del siglo XV situada en los terrenos del Castillo de Windsor, el féretro de la monarca fue descendido a la cripta donde reposan una larga lista de reyes británicos.

Después, en una ceremonia privada en presencia únicamente de sus familiares más cercanos, fue enterrada en el «Memorial Jorge VI», una pequeña capilla anexa donde descansan sus padres y las cenizas de su hermana Margarita, informó la casa real británica.

Los restos de su esposo, el príncipe Felipe, fueron inhumados junto a ella, trasladándolos también desde la cripta, donde fueron sepultados tras su muerte en abril de 2021. Unos 800 invitados, incluidos empleados de la difunta reina, asistieron al último oficio público en que el lord chambelán, funcionario de mayor rango de la casa real, rompió su «vara de mando» y la colocó sobre el ataúd, marcando el fin del reinado de Isabel II.

La corona imperial, el orbe y el cetro, emblemas de la monarquía que cubrían el ataúd, fueron retirados y colocados sobre el altar. Símbolo de una era de grandes cambios, Isabel II llegó al trono en 1952, en un Reino Unido aún sumido en la posguerra mundial, y se marchó en el 2022 de la pospandemia y el Brexit.

La víspera del funeral, el Palacio de Buckingham difundió una foto inédita de la reina, tomada para su «jubileo de platino» en junio, que la mostraba vestida de azul y luciendo una resplandeciente sonrisa. Isabel II falleció el 8 de septiembre a los 96 años, cuando pasaba el verano en su residencia escocesa de Balmoral.

Su salud no dejaba de empeorar desde hacía un año, pero la desaparición de una monarca cuya presencia parecía casi eterna conmocionó al país y al mundo.

El Reino Unido la homenajeó con 10 días de luto nacional, cortejos y procesiones, y una masiva emoción popular que volvió casi imperceptibles las protestas de una minoría de republicanos.

Su hijo mayor, de 73 años, la sucedió como Carlos III. Hasta ahora uno de los miembros menos apreciados de la familia real británica, su popularidad subió en los últimos días.

Unos 500 líderes políticos y monarcas de todo el mundo se reunieron en Londres para homenajearla en un grandioso funeral de Estado: desde el presidente de Estados unidos, Joe Biden, al mandatario de Brasil Jair, pasando por los reyes de España, Felipe y Letizia, junto a los eméritos Juan Carlos y Sofía, hasta el emperador Naruhito de Japón y el canciller mexicano Marcelo Ebrard.

En la imponente Abadía de Westminster, el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, líder espiritual de la Iglesia Anglicana, alabó la vida de la monarca, dedicada durante siete décadas a su pueblo.

El Coro de la Abadía de Westminster y el Coro de la Capilla Real hicieron vibrar con sus cánticos a los dos mil asistentes.

Una estremecedora fanfarria de los trompeteros de la caballería de la casa real dio paso a dos minutos de silencio, observados en todos los rincones del país, de las calles a los bares donde muchos siguieron la ceremonia por televisión.

Tras el oficio religioso en Londres, Carlos III y sus hermanos Ana (72 años), Andrés (62) y Eduardo (58), seguidos por sus hijos Guillermo (40) y Enrique (38), acompañaron a pie el féretro en una procesión de casi 2 km que recorrió el centro de la capital.

El ataúd fue cargado sobre un carro de la Royal Navy que, al son de las marchas fúnebres de Beethoven, Mendelssohn y Chopin, fue tirado por decenas de marinos hasta al Arco de Wellington, en Hyde Park Corner.

Infatigables pese a las largas esperas y colas en los múltiples homenajes de los últimos días, miles de británicos volvieron a lanzarse a las calles para acompañar a su reina hasta el final.

Muchos esperaron desde primera hora de la mañana en el Mall, la célebre avenida que conduce al palacio de Buckingham, con banderas británicas, para ver pasar la solemne procesión tras el funeral.