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Nutrición y serenidad

Es muy cierto que no siempre es posible mantenernos frescos y serenos en nuestra vida cotidiana; los pequeños y grandes desafíos que enfrentamos diariamente logran de vez en cuando hacernos perder el equilibrio emocional y minan nuestra paz interior.

Se hicieron muchos estudios sobre el funcionamiento de las hormonas, en particular de la serotonina, que es la hormona que nos procura felicidad y paz. Con el desarrollo de antidepresivos, empezamos a conocer el funcionamiento del intercambio de informaciones en el cerebro y cómo una neurona emite información hacia otra, a través de neurotransmisores; en el caso particular de la serotonina, un nervio la emite, y, cuando termina de enviar un mensaje, él mismo la vuelve a recapturar.

Un antidepresivo actúa inhibiendo la recaptación de la serotonina, actuando  como un freno a la cantidad de información que proviene de la parte de nuestro cerebro que tiene que ver con el instinto de supervivencia, donde el miedo es uno de los principales componentes. Cuando los valores de serotonina son bajos, es más fácil que tengamos pensamientos negativos con respecto a las situaciones que nos rodean.

Si comemos carbohidratos, formamos serotonina, pero si excedemos las cantidades que consumimos se formarán sustancias inflamatorias, y en estados depresivos o de ansiedad habrá un aumento de sustancias inflamatorias. Por esta razón, cuando hacemos dietas con mucho carbohidrato, sentimos felicidad y tranquilidad en un primer momento, pero posteriormente pasamos por estados de depresión, que solemos relacionar con arrepentimiento por ingestas que sabemos que son dañinas.

Para disminuir la inflamación, nuestro aliado más importante es el omega 3, porque contiene EPA, que es un poderoso antinflamatorio, y como si fuera poco también tiene DHA. Valores bajos de DHA están relacionados con estados depresivos.

Para formar serotonina necesitamos alimentos ricos en triptófano, como leche sin grasa, pavo, lenteja, garbanzo, haba, fréjol, avena, frutilla, arándano, melón, uva, manzana, aguacate, maní, almendra. Pero también necesitamos magnesio, que casualmente está presente en las leguminosas, leche, yogurt, queso (selecciona las opciones de lácteos bajas en grasa para no crear inflamación), almendra, nuez, maní, aguacate, avena, vegetales de hojas verdes y, por supuesto, agua mineral rica en magnesio (revisa la etiqueta).

Tengamos mucho cuidado con el exceso de carbohidratos porque consumen muchas vitaminas del grupo B para ser metabolizados; esto significa que al dejarnos bajos de estas vitaminas sentiremos cansancio. Al aumentar el consumo de carbohidratos, se bajan los niveles de dopamina, que es el neurotransmisor que sirve para levantarnos el estado de ánimo. Como si con eso no fuera suficiente, se pierde magnesio, calcio y zinc, que son minerales usados para el control del estrés.

No abusemos de los estimulantes como el café. Dos tazas al día son de excelente ayuda, pero superar o añadir más estimulantes desgasta las glándulas suprarrenales, que deben producir dopamina; en otras palabras, el café nos da un latigazo de energía para luego provocar una baja.

En la literatura encontrarás que el consumo de proteínas aumenta la dopamina, otra razón para recomendar que las cinco comidas al día tengan proteínas; pero su exceso causa irritabilidad y cambios rápidos de humor.

Entonces, para generar condiciones que favorezcan la serenidad, las comidas deben tener un aporte equilibrado de proteínas, carbohidratos y grasas antinflamatorias, cuya reina es el aceite de oliva.

 

Fuente: Revista Mariela